Estos días me vienen muchas historias a la cabeza. Mis libretas están llenas de notas, las ideas que vienen cuando me voy a dormir acaban retenidas en mi agenda de la mesilla de noche. Las que llegan en el autobús hacia el trabajo, en mi libretita del bolso. Están también las que me rondan al despertar el fin de semana, en ese limbo flotante entre sueño y despertar. Y las notas que recojo en archivos word que guardo en carpetas y subcarpetas en el ordenador.
Esta lluvia de ideas cae sobre mi cabeza y la humedece, se esponja, se enriquece y brotan palabras que se convierten en pequeñas historias. Me encanta respirar el olor a tierra humedecida que deja esta lluvia de palabras escritas con lápiz, a pluma, con un boli o con el teclado.
Qué diferencia con la sequía del año pasado.
Por cierto, pasad a ved la foto de las orugas del cuento de Ana y Elio aquí
Esta lluvia de ideas cae sobre mi cabeza y la humedece, se esponja, se enriquece y brotan palabras que se convierten en pequeñas historias. Me encanta respirar el olor a tierra humedecida que deja esta lluvia de palabras escritas con lápiz, a pluma, con un boli o con el teclado.
Qué diferencia con la sequía del año pasado.
Por cierto, pasad a ved la foto de las orugas del cuento de Ana y Elio aquí
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