domingo, 30 de septiembre de 2007

Adiós verano, adiós




Creeréis que me he olvidado del blog. No, no me olvido. Lo tengo ahí en la cabeza y me digo: Puri, que llevas muchos días sin colgar nada, que esto del blog es para ser constante. Pero día a día queda poco tiempo para estas cosas y los días pasan y de repente te das cuenta, por la fecha del ultimo artículo, de que llevas ¡casi mes y medio sin escribir nada! Bueno pues vamos a remediarlo.

Que ya se acaba el verano... ¡snif!



En septiembre estuvimos de vacaciones en La Ampolla, cerca del delta del Ebro. Una calita muy especial, rodeada de pinos, un lugar tranquilo, sin mucha gente, como nos gusta a nosotros, que vamos huyendo de los sitios abarrotados. Hemos tenido mucha suerte, porque estuvimos los primeros días con unos amigos y como también tienen un par de chicos, nuestros hijos lo pasaron en grande. Después conocimos a Alba, una niña muy especial y llena de imaginación con la que jugábamos a piratas en su barca hinchable. Por fin mi hija pudo poner en marcha aquel sueño de barco pirata que venía preparando antes de venir aquí… (Alba, creo que necesitamos unas cuantas clases más de remo, porque no conseguí que aquella barca fuera por donde yo quería, lástima que no me quepa una barca de estas en la bañera para ir practicando hasta el próximo verano).
Tuvimos una gran aventura: una ola gigante nos volcó la barca y todos desaparecimos tragados por la ola. Alba dio ocho volteretas en el agua y cuando por fin conseguimos sacar la cabeza del agua, y caminábamos hacia la orilla, a mi hijo le picó un maldito pez araña que estaba enterrado en la arena. Fue una herida muy dolorosa, le clavó sus tres pinchos que inyectan veneno, pero afortunadamente no habíamos llegado a una isla desierta y unos indígenas muy amables trataron la herida con gran maestría (gracias desde aquí a los socorristas del puesto de la cruz roja de la playa). El dolor se le pasó enseguida, así que todo quedó en un pequeño susto.
El mar, los castillos de arena, las liebres de mar que llegaban desorientadas hasta la orilla de la playa, las gaviotas y los fumareles, las gambas del chiringuito playero, los puertos pesqueros con sus barcos llenos de redes, llenaron aquellos días. Aún ahora, cuando cierro los ojos, puedo ver ese mar azul, sentir la brisa que me toca la cara, y la caricia de las olas en mis pies…
Y recuerdo un versito que escribí hace muchos, muchos años:


Las olas vienen y van
y a cada paso,
un beso me dan.


La foto de arriba es la babosa de mar o liebre de mar.

Y ahora, después de traeros estos últimos recuerdos del verano, respiremos la brisa del mar y cojamos fuerzas para el nuevo curso, que mañana ya empieza el ritmo normal de cole, con clases por la tarde también. ¡Ánimo, que hay muchas cosas que aprender y muchos amigos con los que jugar!