jueves, 28 de febrero de 2013

FEBRERO 2013






Febrero, tiempo de carnaval, disfrazarse de copo de nieve y convertirse en lluvia, o mejor en estrella o en sol que busca la primavera...

martes, 26 de febrero de 2013

Manuel Scorza, poeta de ayer y de hoy




Hoy os traigo unos versos de un poeta peruano, Manuel Scorza, en ellos impreca a los poetas, los acusa de cantar a la belleza y olvidar la lucha social. Son dos poemas de 1955, y fijaos qué cerca está su realidad del entorno que vivimos ahora. Ese pasado que creíamos tan lejano, tan superado, ha regresado para quedarse, y nos ha vuelto a atrapar en sus redes de miseria, en el lodo de los poderosos y los cínicos que abusan del panorama sin horizontes de esta crisis económica (que ellos, por otro lado, han causado). 

* * * * * 


LOS POETAS

Ustedes, poetas,
¿qué creían?
Cantaban
bellísimas canciones;
en vuestra tarde hermosa
sólo sonaba
el murmullo amarillo de la fuente;
los poetas tejían
enredaderas de espuma
alrededor de las muchachas;
los poetas decían:
las aguas son transparentes
como si debajo agitaran candelabros encendidos.
Aquí algo humeaba;
no era nada,
era gente desconocida;
el humo salía de los ojos del mundo,
quemaba cines, mataba flores,
y ustedes, poetas, cantaban.

¡Era difícil interrumpir la melodía!
Cómo iban los poetas a decir:
“No hay papas”,
“Está sucia mi camisa”,
“La niña llora por su pan descalabrado”,
“No tengo para el alquiler”,
“No puedo, vuelva a fin de mes”.

Ay, poetas,
ahora el beso
en los labios se nos pudre;
muertos estamos
de comer barbudas aves.

En verdad, os digo:
antes de que cante el gallo,
lloraréis mil veces.

Las imprecaciones, 1955.


EPÍSTOLA A LOS POETAS QUE VENDRÁN

Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
tal vez mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas
por donde venía la ardiente cólera.

Yo respondo:
por todas partes oíamos el llanto,
por todas partes nos sitiaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la Poesía
una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.

Mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras llueva sobre el pecho de los mendigos,
mi corazón no sonreirá.

Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
No digáis el romance de los lirios.
Hay cosas más altas
que llorar amores perdidos:
el rumor de un pueblo que despierta
¡es más bello que el rocío!
El metal resplandeciente de su cólera
¡es más bello que la espuma!
Un Hombre Libre
¡es más puro que el diamante!

El poeta libertará al fuego
de su cárcel de ceniza.
El poeta encenderá la hoguera
donde se queme este mundo sombrío.

Las imprecaciones, 1955.



lunes, 25 de febrero de 2013

Necesito sueños




Imagen de la red


—Las pastillas para dormir devoran mis sueños todas las noches —le digo a mi psiquiatra—. Son como una tenia que agusana mi cerebro, que me deja vacío y hambriento.
—Debe tomarlas —contesta él—, debemos protegerle de sus sueños, de esa ansiedad suicida que le generan.
—Quizá con un caza sueños-sobre mi cama, donde se enreden mis pesadillas… —le sugiero al doctor, sin esperanza. Él niega con la cabeza y escribe en mi ficha el nuevo tratamiento. Solo cree en la química de las pastillas, que me condena cada noche al vacío de un amanecer negro, embotado, sin recuerdos del reino de la noche. Sin que nadie me vea, arrojo los somníferos a la taza del váter. Necesito mis sueños para seguir viviendo, aunque sean ellos los que me lleven a la muerte.


domingo, 24 de febrero de 2013

¿Por qué llora la princesa?






El jueves estuve con mi amiga la ilustradora Blanca Bk y nos intercambiamos nuestras últimas creaciones;  yo le llevé el Cuéntame una ilustración y ella me trajo, recién salido del horno su libro ¿Por qué llora la princesa?

Es este cuento una creación de la pareja Blanca Bk y Jesús Aznar que se han subido a un tándem para ilustrar y contar respectivamente, y, pedaleando juntos, consiguen llevarnos a un mundo lleno de ternura. En él se narra la historia de una princesita que se despierta un día llorando y que no para de llorar. ¡Sus lágrimas inundan el castillo! Lleva de cabeza al rey y la reina, a los sirvientes, a todos nosotros, hasta que descubrimos por fin el motivo de su tristeza.

El texto, con su rima, nos llevaa través de los personajes que intentan alegrar a la princesa y los vamos conociendo en las dulces ilustraciones de Blanca Bk. Suaves colores, enormes lagrimones, la cariñosa reina, un castillo bajo las lágrimas, donde no falta un gatito buceador —y es que los gatos de Blanca saben hacer de todo—, con ese sello infantil y tierno que impregna el estilo de Blanca.

Una de mis ilustraciones favoritas es la del doctor Tiritas, que acude raudo a curar a la triste princesa, con su corbata volando de lo deprisa que corre:



¡Por supuesto lo tengo dedicado por ella! Y con un personaje muy especial, claro ;) que ella sabe que sus gatitos son mi debilidad…


No dejéis de descubrir ¿Por qué llora la princesa?, en este libro tan encantador.

Además, también me trajo otro libro: Minicuentos de Leones y Ratones para ir a dormir, varios cuentos cortitos para los peques de Magela Ronda. Si me gustan los gatos de Blanca, os puedo asegurar que las ratitas y ratoncitos son encantadores. Aquí tenéis un ejemplo en su dedicatoria:



Lo que me gusta de los dibujos de Blanca Bk es que son muy para niños, crean un mundo infantil lleno de color y ternura, en el que es fácil ser arrastrado por sus personajes, que se hacen querer.

Para ver más imágenes de estos cuentos e información para adquirirlos no dejéis de visitar el blog de Blanca Bk:


jueves, 21 de febrero de 2013

Miss Leica y Mr. Panasonic


Miss Leica era luminosa, observadora, no se perdía un detalle. Tenía un ojo que lo registraba todo con una nitidez deslumbrante. Rápida y astuta en la caza, volaba ligera a la captura del instante perfecto. Transformaba cuanto veía con su mirada alegre, y su risa era una lente cromática que teñía de color de rosa la vida de los que la rodeaban.
Miss Leica fue a vivir al barrio de Mr Panasonic.

Mr Panasonic tenía un cuerpo sólido y atlético, una mentalidad técnica y precisa; lo medía todo: la temperatura exterior e interior, la intensidad de la luz, la velocidad de las nubes, los decibelios del canto de los pájaros… Estudiaba hasta el crecimiento milimétrico de la más mínima brizna de hierba de su jardín. Mr. Panasonic aspiraba, en todas sus actividades, a la perfección más absoluta, con su pensamiento científico y exacto.

El corazón de Miss Leica era grande y generoso, en el cabían los pájaros y las mariposas, la luz del sol y la de la luna y las nubes de tormenta; era un corazón nervioso en el que borboteaban los sentimientos, la desbordaban como en una fuente. Miss Leica además,  no podía parar un momento, siempre correteando de aquí para allá y de allá para acá… A Mr. Panasonic le parecía una abubilla inquieta y pizpireta, que revoloteaba por el barrio sin descanso.

Mr Panasonic trató de analizar, como siempre que aparecía un nuevo elemento en su vida, el comportamiento de Miss Leica. Estudió los pasos de Miss Leica desde el jardín a la puerta de su casa, de su casa al supermercado, del supermercado a casa, intentó encontrar la rutina de su comportamiento, pero era tal la locura y la arbitrariedad de los itinerarios de Miss Leica que lo desconcertaban. Unos días iba a la parada de autobús (y no montaba en él) y después al mercado. Otros días iba primero al parque y después al mercado, pero un domingo se acercó primero al mercado (que estaba cerrado) y después al autobús… ¿Qué sentido tenía todo eso? Se preguntaba Mr. Panasonic sin comprender las leyes de funcionamiento de Miss Leica. Pero lo que de verdad volvía loco a Mr. Panasonic era que al pasar junto a su jardín Miss Leica le guiñaba un ojo… Mr. Panasonic entonces se calaba la gorra, como si lo hubieran pillado en falta y se ponía colorado.

Lo que no sabía Mr. Panasonic era que cada vez que Miss Leica guiñaba el ojo, hacía una foto. Y tenía un álbum lleno de los retratos de Mr Panasonic, a cual más sonrosadote…

Una tarde, Miss Leica decidió invitar a su vecino a tomar café. Mr Panasonic se tomó una taza de cien mililitros medidos con una probeta, con diez gotas de leche, contadas con cuentagotas y aderezada con dos cucharaditas perfectamente rasas de azúcar, y, a falta de balanza, calculó comerse una pasta y media, lo que constituía una suma total de, aproximadamente, 375 calorías. Miss Leica observaba divertida las mediciones de Mr. Panasonic. Por fin se decidió a enseñarle el álbum con las fotos que le había hecho.

Mr. Panasonic fue pasando las páginas del álbum y se fue poniendo más y más colorado, pero no pudo dejar de pasar todas las fotos. Cuando llegó al final del álbum exclamó:
—Dios mío, treinta y una fotos, tantas como días hace que vive usted en la casa de al lado… ¿Por qué ha hecho usted esto?

Entonces la que se puso colorada fue Miss Leica, y bajó los ojos, pero en seguida volvió a mirarle y le guiñó una vez más el ojo con picardía:
—Quizá porque me gusta vivir en la casa de al lado…

Mr. Panasonic casi se atragantó con la pasta que se estaba comiendo. A él también le gustaba tenerla en la casa de al lado, pero no se atrevía a decírselo. Pero además, estaba el asunto de aquellas fotos.

—Sabe, Miss Leica… —comenzó—. Estas fotos son maravillosas. Tienen una nitidez y una luminosidad que jamás había visto. Y los colores… bueno el rojo, quizá un poco exagerado… Aunque podría mejorarse la exposición de la luz, pero eso yo podría corregirlo fácilmente, si no le importa. Pero usted, usted es extraordinaria, sabe, es usted una lente perfecta.

—Volverá a sonrojarme, Mr. Panasonic —respondió abrumada Miss Leica. Aprovechó ella también para colmarle de elogios: —Y usted es un experto en la más alta tecnología, su minuciosidad es fuera de lo común. Estoy segura de que usted y yo, juntos, haríamos las mejores fotos del mundo.

—Pues… tiene usted razón, Miss Leica, cuando la mejor lente y la tecnología más avanzada se unen… tienen por delante un horizonte infinito.

Fue así como Miss Leica y Mr. Panasonic comenzaron a trabajar conjuntamente. Se complementaban a la perfección. El automatismo de Panasonic determinaba la sensibilidad ISO, medía la luz adecuada, elegía la velocidad idónea, decidía la necesidad de utilizar o no el flash. Mientras, el ojo de Leica adaptaba sus lentes cristalinas para registrar la realidad con su nitidez exquisita. No hacían falta palabras, cada uno actuaba como mejor sabía hacer y el resultado era una obra excelente. Además el corazón de Miss Leica encajó con precisión en el de Mr. Panasonic, lo iluminó con su inmensa alegría. A su vez, Mr. Panasonic ofreció a Miss Leica su comedida seguridad y la acogió con esa ternura que guardaba para ocasiones y personas especiales. Esa compenetración y ese amor conseguían que abrir un álbum de fotos de Miss Leica y Mr. Panasonic fuera como abrir una ventana y asomarse a paisajes reales, llenos de sentimientos.

* * *
Para Leica

¿continuará?

viernes, 15 de febrero de 2013

Pluma coja



Ilustración de Juanlu


Pluma coja nunca había domado un caballo. Cuando un caballo salvaje le miraba a los ojos, le conquistaba la libertad de su mirada y subía a su lomo vencido por ella, arrebatado el ánimo de luchar contra tan noble firmeza. Por supuesto, acababa en el suelo al primer brinco del animal. La última vez que subió a un caballo, se lastimó la pierna en la caída. Su padre, al verlo levantarse del suelo cojeando, se arrancó una pluma de su penacho y la ensartó en su cinta de cabello: “Desde hoy te llamarás Pluma coja y jamás montarás un caballo”. No lo hizo para humillarle, sino para que todos supieran solo con nombrarle que esa pluma le ayudaría a remontar otros vuelos.
Él agradeció la decisión de su padre: prefería cuidar los animales, guardarles el mejor heno, hacerlos correr por la pradera sin jinete (siempre acudían a su llamada), secar su sudor después de la carrera, peinar sus crines largas y eternas como la noche y mirarles a los ojos para descubrir ese ansia perenne de libertad que nunca se borraba de ellos. Porque un caballo, aún después de domado, tiende a escapar de las bridas, debe ser montado regularmente o la tarea habrá sido vana y habrá que comenzar de nuevo.
Un día, un caballo se rompió una pata. Todos querían sacrificarlo, incluso el Hombre medicina aconsejaba acabar con su sufrimiento. Pero Pluma coja se hizo cargo de él, vendó y entablilló su pata, le preparó un lecho de plumas y le contó historias de caballos que habían galopado hacia las estrellas.
Al séptimo día, el caballo se levantó. Seguía cojeando, pero podía andar. El caballo miró a Pluma coja y le pidió con los ojos que montara sobre él. Pluma coja subió en su lomo y el caballo trotó primero despacio, luego al galope y finalmente todo el poblado los vio emprender juntos el vuelo hacia las nubes.
Desde entonces llamaron al muchacho Caballo del cielo, aunque jamás volvieron a verle, salvo en los bordes deshilachados de la aurora boreal, donde se adivinaba el penacho de la cola del caballo cojo y los colores de su pluma rota.

lunes, 4 de febrero de 2013

Fin del viaje






Al final de la carretera encontrará lo que está buscando. 
Caos, absurdo, destrucción y muerte. 
Todos le sonríen desde el horizonte.


sábado, 2 de febrero de 2013

El séptimo día



Este texto comienza en: El sexto día

* * *

Decidí crear al hombre a mi imagen y semejanza.
Aparte de las sobras de mi caja de herramientas, debía añadirle sentimientos.
Busqué dentro de mí. Saqué lo bueno y lo malo.
Mis conocimientos de química me ayudaron.
Ahora me siento vacío, muy vacío.
Solo quiero descansar.




Como todo artista contemplo mi obra.
Le falta algo, le sobra tanto.
Nunca se me dieron bien los autorretratos.
Debí conformarme con un espejo.


* * *