lunes, 9 de mayo de 2016

Reamanecer


Fotografía de Pedro Rovira, recorte de la instalación "Como pez en el agua" de Rosa Balaguer 

Hoy reamanecí, por vigésimo primera vez en este mes. Ha dejado de amanecer, porque cada día es diferente al anterior, tan nuevo que he de inventar palabras para nombrar las cosas que me encuentro durante la jornada, todas esas cosas que no existían ayer. Me he lavado la cara con frescugua y el rosaroma con el que limpié mis manos bajo el grifo aún permanece entre mis dedos. El único problema es que las monagas que me cuidan no me entienden y aunque trato de enseñarles las nuevas palabras, tan útiles para encarar el futuro, ellas se niegan a aprenderlas y se encochinan en utilizar expresiones antiguas que ya no tienen ningún significado para mí. Me mantienen encerrada en una blancodía cuyas paredes piden a gritos que las cubran de esa desnudez aséptica que me hiere los ojos con su resplandor, que arrebata el calor de mi cuerpo y de mi alma. Pretenden ayudarme con pastillas, una con el desayuno, otra con la comida, la última me produce un fundido en negro después de la cena. Odio que asesinen mis sueños, caer en noches negras y sin fondo. 
El otro día las oí decir que no soy peligrosa, que mi mansedumbre les da un poco de lástima. Lo que no saben es que esas aburridas píldoras —ni siquiera son de colores— acaban en la taza del escrufidor. Lo que tampoco saben es que hoy yo también soy otra, hoy mi nombre es Artorigard, y me siento poderosa, con una fuerza que crece en mi coriflor y me desborda por los ojos, por la boca, por los oídos. Sí, por mis oídos no entran sus palabras, de ellos sale una triunfante melodía que es la mejor arma para dominarlas. Danzan a mi alrededor al ritmo de esa música, temerosas, no saben como abordarme. Mis ojos también las atemorizan, bajan su mirada para no enfrentarse a ellos. Cuando me quede sola con una de ellas será el momento de utilizar el tenedor que llevo escondido en la manga. Con él, una a una, acabaré con todas, cruzaré el pasillo hasta la ventana y, por fin, volaré en aguilarad.