lunes, 2 de marzo de 2015

La llamada





Primero las oímos lejos, un rumor que fue creciendo conforme se aproximaban, y cuando estuvieron sobre nuestras cabezas, su gruir se volvió tan intenso que nos hizo mirar al cielo para descubrirlas volando sobre los tejados. Las grullas regresaban a su hogar en el norte, como cada año en febrero. El niño en el arenero fue el primero en reaccionar: la vibración de su canto le puso inmediatamente en pie, arrojó la pala al suelo y salió corriendo tras ellas. A él le siguió su padre, y una perrita que arrastró con la correa a su ama, la abuela del abrigo negro, emocionada con esas alas que parecían haberle crecido en los pies. En cada esquina nos incorporamos a la carrera otros más, también se nos unió el ciclista y el señor con el carrito de la compra, y hasta la mujer ensimismada, que gracias a la llamada de las grullas volvió a percibir el mundo. Y así fue como todos, impulsados por su gru-gru envolvente, abandonamos la ciudad en busca de la primavera.

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Para el viernes creativo del 26 de febrero en el bic naranja.
Un homenaje a las grullas que pasaron el sábado por Zaragoza, y que despertaron nuestras ansias de primavera.