martes, 30 de abril de 2013

ABRIL 2013





En abril se hizo realidad uno de mis sueños: 
saborear, escuchar y aspirar el aroma de La Alhambra. 

La secretaria de don Quijote.




Don Quijote en Granada (de mi álbum de fotos) 

Don Alonso arriba a la oficina, despeluchando su triste figura. Su secretaria, Claudia, observa el traje raído y demasiado pegado a sus huesos, debería comprarse uno nuevo, piensa, aún es joven y luciría como un galán, aunque ella sabe que si se priva de esos lujos es para poder pagarles a ella y a Sánchez el sueldo a fin de mes. Lo ve sentarse en la mesa con la mirada perdida en las nubes de la ventana. La camarera del bar de la esquina le ha servido como siempre el café, hoy se ha atrevido a mirarla de reojo, y, embelesado, le sonríe a su recuerdo. Aún conserva el sabor del café, aunque preferiría retener el de sus labios. Dulce, muchacha de miel y azahar…
La secretaria le pasa algunos documentos para firmar. Pero las letras de los informes se revuelven y se reordenan en un único y obsesivo nombre: Dulce. De repente sale de su ensueño, al percatarse de una inquietante ausencia.
—Claudia —pregunta bruscamente a la joven—, ¿y Sánchez?
—Bajó al café.
—¡Maldito Sánchez! —pero enseguida se disculpa: —Perdone, Claudia, no quería…
Se asoma a la ventana y ve en la calle a Sánchez, subiéndose el cuello de la chupa de cuero.
Claudia sabe que necesita un buen empujón:
—En vez de tanto libro de caballeros, dragones y fantasía, debería leer alguna novelita rosa, de esas que le regala a su tía. Aprendería en ellas a regalarle unas flores, y a pedirle una cita...
—¿Pedirle una cita? ¿A quién?
—Vamos, no disimule, que he visto como mira a Dulce…
—Pero si no soy digno de ella...
—Reaccione, don Alonso. Mire que Sánchez la invitará a pasear en la vespa, le enseñará el atardecer desde la Rosaleda y se la llevará al huerto. Si lo sabré yo....
—¡Por favor, que mi Dulce es una dama...!
—Una dama, sí... ¡Pero no de piedra! Sánchez se las camela a todas. Pero no cabe duda de que usted, don Alonso, con su seiscientos, es mucho mejor partido; además tiene unos estudios, no como él… Si le lee unos versos de Neruda, la conquista seguro. Y si la tuteara...
—¿Tutearla? Eso sería una falta de respeto a mi señora...
—¡¡¡Que falta de respeto ni que ocho cuartos!!! La moza tiene que estar ofendida, debe pensar que usted cree que tiene cuarenta y muchos en vez de treinta y pocos...
—Es como si la tuteara a usted, Claudia, no sería correcto.
—Pero si llevo ya dos años trabajando con usted, ¿no cree que podríamos tomarnos alguna pequeña confianza?
Don Alonso ya no la escucha, se vuelve a la ventana, coge el abrecartas y arremete contra las nubes; las pincha: ¡a la cargaaaaa…! La moto de Sánchez pedorretea hacia el bar. Dulce pasa la bayeta por la barra, cansada; enseguida termina su turno, se ha dejado el paraguas y está empezando a llover.



* * *

Mi participación en esta noche te cuento, con el tema Caballeros-Don Quijote podéis verla aquí. Allí podéis leer una versión más corta, de 200 palabras, la verdad es que me supieron a poco esas 200 palabras para armar bien al personaje.

lunes, 29 de abril de 2013

La princesa obesa





Ilustración de Petra Steinmayer



Esto era una princesa
que se sentaba a la mesa
y solo comía y comía,
y los labios se relamía…

Tragaba tanta comida
que se pasaba la vida
entre fuentes y pasteles,
sin juegos ni cascabeles.

Un día entró en la cocina
comió toda la cecina,
garbanzos un gran puchero,
y pidió más al cocinero.

Siguió con los macarrones
y seis cajas de bombones,
se tragó un buey entero,
y pidió más al cocinero.


Tras un postre de diez tartas
sus tripas no estaban hartas,
engulló un huerto de fresas
y mil natillas espesas.

Eso no fue suficiente
para sus hambrientos dientes,
la despensa dejó sin bien
y al cocinero agotó también


Como un globo se engordó
y en la puerta se atascó:
ni hacia delante ni hacia atrás,
no pudo salir nunca más.

Durmió y vivió en la cocina,
entre azúcar y harina,
en la puerta atrancada
cual mosca en la mermelada.

Le puso el cocinero
un régimen muy severo:
una hoja de lechuga
y filete de pechuga.

Para postre una fresa
saboreaba la princesa;
¡Estaba tan deliciosa,
ligera cual mariposa!

Fue así como adelgazó
y de la puerta al fin salió.
No volvió a comer tanto
para no volver a ese espanto.

El rey estaba contento,
pues su hija comía con tiento.
Y este cuento se acabó
con fresas y mucho sabor.




Ilustración de Pedro Rovira Menaya


* * *

El viernes 26 de abril estuve en el colegio Mateo Valero de Alfamén, charlando con los chicos sobre mis cuentos. Para los niños de infantil y primero de primaria, preparé el jueves este cuento-poesía de La princesa obesa. Es la continuación del cuento que el monstruo protagonista de Monstruo, ¿vas a comerme?,  comienza a contar al niño cuando este le pide un cuento con sabor a fresa... 
Espero que os guste (la fresa, el cuento y la princesa).
La primera ilustración pertenece al cuento Monstruo, ¿vas a comerme?  ilustrado por Petra Steinmayer. El último dibujo es de mi hijo Pedro.

La crónica del encuentro con los chicos subirá por aquí cuando me envíen las fotos.


domingo, 28 de abril de 2013

Maratón de cuentos en el cole San José de Calasanz



El jueves 18 de abril se celebró en el colegio público San José de Calazanz de Zaragoza el II Maratón de cuentos. Me invitó a esta maratón una de las profesoras del centro, Arancha. Nos juntamos un montón de cuentistas: padres, madres y hermanos de alumnos, escritores, ilustradores, libreros, bibliotecarios, asesores del centro de profesores y recursos, mediadores del centro de recursos para la educación intercultural… En fin, un regimiento de personas entregadas al amor de los libros y los cuentos, y que deseamos que también los niños disfruten con ellos.

Desde las nueve de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde (con un intermedio para comer, por supuesto, no solo de cuentos vive el hombre), el colegio se convirtió en un lugar de fantasía donde en tres espacios diferentes se contaban simultáneamente cuentos. Los niños iban recorriendo las distintas salas para encontrarse con historias divertidas, musicales o de miedo y hasta cuentos bilingües contados en inglés y español… Algunos cuentistas casi consiguieron echar abajo las paredes de las aulas con las risas y la animación de los niños.

Mi amiga ilustradora Blanca Bk estuvo allí por la mañana y también coincidí por la tarde con Mª Jesús Naya, librera de Olé tus libros. A los chicos de 3º de primaria conté el cuento de la ogresa Babayaga, una historia popular rusa con texto adaptado por Taï-Marc Le Thanh e ilustrado por la gran Rebecca Dautremer. Les encantó esta historia de la ogresa de un solo diente que comía niños; escucharon atentos la emocionante historia y disfrutaron con las imágenes de la fea y gorda Babayaga y su tenebrosa casa llena de objetos repugnantes.


Mi Monstruo, ¿vas a comerme? fue para los de 2º de infantil. Los chiquillos gritaron tan fuerte como el monstruo ¡¡¡Groaaaaaaa!!!!! y se deleitaron con los sabores de los cuentos que más les gustan: fresa, chocolate, mermelada, turrón…



Me llevé un montón de risas y sonrisas de los niños, que es el tesoro más grande. Una experiencia para repetir, sin duda, y os animo a participar en algo parecido si tenéis oportunidad o si lo queréis organizar en vuestros colegios.

Por último aquí os dejo la bonita tarjeta que nos regaló Arancha a los cuentistas como recuerdo, es una artista. Desde luego, con esto no olvidaremos nunca lo bien que lo pasamos con los cuentos y sus niños.

Al principio parece una sencilla tarjetita...




pero se abre en tres bonitas dimensiones!!!



¡¡¡¡Gracias, Arancha!!!!

jueves, 18 de abril de 2013

El estanque indignado






La rana, desde su hoja de nenúfar, contempla su rostro reflejado en la charca.
—Espejito, espejito mágico, ¿quién es el batracio más indignado del reino? ¿Es Mauricia, que la desahuciaron de sus verdes juncos y pide desesperada algo de comer para sus hambrientos renacuajos en el fango de la beneficiencia? ¿Es la joven Martina, que no encuentra trabajo ni de limpia-ancas y ha decidido emigrar a la gran charca allende los mares? ¿Es Clarita, la médico que sueña con recetar esos carísimos fármacos mejorados que no están permitidos por la ministra de sanidad? ¿Es...

El estanque agita sus aguas, su superficie tiembla en ondas concéntricas, aquieta poco a poco la turbulencia y tras un silencio de cristal responde:
—Ah, mi adorada ranita, mi ama desde el principio de los tiempos, el mayor indignado soy yo, que os veo reflejados a todos, cada cual con su sufrimiento a cuestas; y sobre todo veo a los que, como tú, os apoltronáis cada noche frente a mí en vuestros sofás, comiendo mosquitas, para contemplar el triste reflejo de esta charca venida a menos, sin atreveros a mojar un anca por miedo a perder el cómodo nenúfar donde se asientan vuestras posaderas.



* * *

Esta es mi participación en la 2ª  Edición de Primavera de Relatos Indignados, segunda jornada: 18 de abril).
Los Indignados, al menos, seguimos levantándonos cada jueves de la comodidad de nuestro sofá.

jueves, 4 de abril de 2013

El último beso




De mi álbum de fotos

—Que se arrime un poco más al borde de la cama, así, así, más cerca, que vea a su abuelita.
El niño se aproximó, conteniendo la respiración, a la abuela. Estaba pálida, con los ojos cerrados y la nariz como más grande y tiesa. Silvia había dicho que parecía dormida, pero no, el pecho no le subía y bajaba y tampoco roncaba.
—Y ahora dale un beso, guapo —dijo la tía Margarita. Y como el niño no se movía, insistió, empujándole: —Anda, para despedirte.
—¡No, que igual se despierta!— exclamó el chico y escapó de la alcoba como alma que lleva el diablo.


+



Mi último intento para el concurso Rec de hoy.

lunes, 1 de abril de 2013

Espejo rojo



Ilustración de Elena Rovira Menaya


Un muchacho se mira en el espejo, se topa con sus ojos que le devuelven su propia mirada, luego encuentra su nariz, demasiado grande, desproporcionada, mejor no se detiene en ella; desciende hasta su boca de labios finos, que nunca sabe qué decir, y sin demorarse, retorna a sus ojos, entre marrones y verdosos, son lo que más le gusta de su cara; observa su intensa atención y esa inocencia de la que sus amigos se burlan, a través de ellos desciende al pozo infinito de sí mismo: tropieza con la infancia que quiere arrinconar pero sin abandonar sus juegos, encuentra sus ansias de conocer el mundo, de andar solo, pero también el miedo; halla también el anhelo de verse reflejado en otros ojos que le miren, que le admiren, que le deseen, y, sin llegar al fondo de ese abismo, ni recrearse en las íntimas soledades, se despoja de su interior y se impulsa para tornar a la superficie; su mirada vuela ligera hacia su pelo oscuro, revuelto tras el sueño nocturno y decide no peinarse, incluso pasa sus dedos entre los mechones y lo revuelve un poco más, lo que le confiere un aspecto de pilluelo, ante el que sonríe de oreja a oreja. En ese momento desea ser pelirrojo, sí, pelirrojo, solo eso, no desea tener los ojos azules o la nariz más chica o los labios sensuales, ni tener una atractiva mandíbula angulosa como un actor de moda. El pelo naranja, susurra sin mover los labios, toda su rebeldía se concentra en ese deseo y cuando entorna los ojos, el espejo le devuelve su imagen pelirroja, en un rapto onírico. El chico sale de casa hacia el instituto; está contento, recuerda su rostro luminoso en el espejo, el sol del amanecer bosteza entre los edificios y le peina los cabellos con sus rayos tímidos, primaverales. Y cuando se encuentra en la esquina de siempre a sus compañeros de clase, todos se le quedan mirando y uno de ellos exclama:
—¡Juanjo, tío, te has teñido el pelo!
Y los otros chicos suspiran de envidia contemplando a su amigo pelirrojo.