viernes, 27 de marzo de 2009

Encuentros en Alcañiz y La Joyosa

En la Joyosa, con los chicos de 3º a 6º

El viernes 20 de marzo estuve visitando un par colegios, en los encuentros del Programa Saber Leer, que organiza la DGA.

Isabel, que es la coordinadora del programa, me llevó en su coche a Alcañiz y por la tarde a la Joyosa, en una jornada intensa y fructífera. Salimos a las ocho y cuarto de la mañana y fuimos charlando por el camino, de libros, del programa Saber Leer, de muchas cosas, mientras la primavera se desperezaba en los campos, con sus verdes intensos y sus flores silvestres brotando por todos los lados.

Entrar en el colegio de Alcañiz fue como volver al colegio de David y Katia, los personajes de mi libro "Dragón busca princesa". Porque los chicos del colegio Juan Sobrarias también habían llevado al dragón Waldo a su colegio, como David y Katia. Arriba, sobre el dintel de entrada a las clases, estaba Waldo, dándome la bienvenida. Había dejado sus enormes huellas en las paredes, y a lo largo del pasillo un montón de princesas preciosamente ataviadas con su tul y sus vestiditos delicados y sus zapatitos, me saludaban y sonreían. ¡Sí que había tenido princesas para elegir mi querido Waldo en este colegio!
El dragón y la princesa del colegio Juan Sobrarias (había muchas más princesas)

En la sala me esperaban los chicos de quinto y sexto para hablar del libro "Dragón busca princesa" que todos habían leído. Me hicieron un montón de preguntas sobre como escribo, si me gusta hacerlo con música y si mis hijos me ayudan a escribir… Sí, sí que me ayudan. Me incitan a contarles historias. Y ellos son los primeros que las leen o las escuchan, así que es una buena ayuda. Y sus juegos también me dan ideas algunas veces. Los chavales tenían una curiosidad incansable, preguntaron y volvieron a preguntar y parecía que esta interesante charla no iba a terminar nunca.

Después hicimos una manualidad, un yelmo guerrero como el que se hace David para disfrazarse de caballero. Cincuenta niños haciendo manualidades no es fácil de dirigir, pero allí estaban sus profesores trabajando con ellos e Isabel también nos echó una mano para que todos terminaran su yelmo.

A mitad de la manualidad, sonó el timbre del recreo, y Eduardo, uno de los chavales que estaba haciendo el yelmo conmigo me dijo:

"Uy, el timbre del recreo… Pero esto seguro que es mejor que el recreo, ¿verdad?"

"Pues claro", le contesté.

Y espero que sí, que todos lo pasaran tan bien como yo haciendo ese yelmo guerrero que luego les permitiría soñar y jugar otra vez a revivir la historia del dragón Waldo…

Cuando terminamos, algunos chicos se quedaron hablando conmigo, no querían salir al recreo. Hablamos de que les gustaría viajar cuando fueran mayores, una quería ir al Sáhara, otra a la Meca…

Al salir, Verónica, del centro de profesores, nos guió con su coche en una visita relámpago por Alcañiz, pasamos por la plaza y subimos hasta el parador, desde allí se divisaba el colegio donde habíamos estado. En el patio del parador se respiraba una silenciosa paz… Lástima no tener más tiempo para disfrutar de este pueblo y ver la iglesia y el ayuntamiento y callejear un poco. Pero teníamos que llegar a las tres de la tarde a La Joyosa para continuar con el encuentro de la tarde, y antes había que comer por el camino…

A la vuelta de Alcañiz un campo de malvas nos llenó los ojos de primavera. Sol, buena temperatura, un día perfecto para viajar.

Comimos en Zaragoza, tranquilas pero sin perder tiempo y continuamos el viaje por la autovía de Logroño hacia la Joyosa.

Llegamos justo a la hora, puntuales como solo Isabel es capaz de hacerlo. Y sin agobios (bueno, al menos yo sin agobios, que la que conducía era Isabel).

En el colegio Ramón y Cajal de la Joyosa tuvimos dos sesiones, una con infantil y primer ciclo y la segunda con los niños de segundo y tercer ciclo.
En el colegio Ramón y Cajal, con infantil y primer ciclo

Con los de infantil y primero y segundo, que habían leído mi cuento Monstruo ¿vas a comerme?, estuvimos recordando lo que comía el monstruo escondido debajo de su cama:

- ¿Qué come el monsturo?

- Cuentos – respondieron ellos.

- ¿Y a qué saben los cuentos?

Y aquí se pusieron a recitar ellos solitos:

Si habla de princesas,
el cuento sabe a fresas,
si es de un hada,
a rica mermelada
y si sale un dragón,
entonces sabe a limón.

Los chicos me regalaron un libro que habían hecho con sus trabajos, cada uno de ellos había pintado un monstruo y por detrás explicaban:

Nombre del monstruo
Sonido que hace
Lo qué come
Dónde se esconde
Algunos también habían escrito un cuento de su monstruo.

Me hizo mucha ilusión, por la tarde lo estuvimos viendo con mis hijos y pasamos un buen rato, disfrutando de la imaginación de estos pequeños artistas.

Después de mucho pensar cuál escoger, porque aquí no os puedo poner todas sus historias y dibujos, os dejo una de ellas de muestra, la de Samuel y su monstruo que come pelotas:

"Érase una vez que me iba a dormir. Entonces oí un monstruo: ¡Rrooooas! Y me dio un susto. Lo llamé Peludo azul. Se escondía detrás del armario y ahí nunca lo encontraba. Al final botaba y botaba porque me dijo que comía pelotas. Y comí yo también y boté y era muy diver."

Después les conté un cuento y me despedí de ellos para ir rápidamente a ver a los mayores, ya nos quedaba poco tiempo.

Con los de tercero a sexto, estuvimos charlando muy tranquilamente, ya que eran una clase de unos doce alumnos. Fueron haciéndome las preguntas que habían preparado y alguna más que salió después. Ellos también habían leído "Dragón busca princesa" y terminamos haciendo más yelmos guerreros para todos. Los hicimos muy rápidamente, creo que he batido mi propio record, en un cuarto de hora estaban todos los chicos con su yelmo en al cabeza.

De vuelta a Zaragoza, en el coche junto a Isabel, estaba cansada, pero feliz. Las visitas a los colegios siempre son una experiencia agradable. Me gusta ver a los chicos y a los profesores, el interés que ponen en seguir una historia, lo mucho que trabajan sobre el cuento no solo en su lectura, su curiosidad, sus ganas de conocerme. Y con la compañía de Isabel, que lo organiza todo tan bien, nada puede ser mejor.

Muchas gracias desde aquí a los profesores y a los chicos del colegio Juan Sobrarias por todas esas princesas que me llegaron al corazón. Y por comunicarme lo mucho que les habían gustado el Dragón y el Monstruo.

Y a las profesoras del colegio Ramón y Cajal y a sus chicos, que sigan inventando monstruos maravillosos y leyendo mucho, porque sé que disfrutan con ello. Y que se hagan el disfraz completo de caballero, que alguno además de hacerse el yelmo, hizo también un escudo, con los restos de cartón que sobraban…

lunes, 9 de marzo de 2009

En la maqueta de tren

Algunas veces me gusta caminar junto a las vías de tren de una maqueta. Cuando uno se encuentra dentro de una maqueta, le rodea un paisaje de ensueño, un césped verde y bien cortado, con sus árboles y sus arbustos, al fondo las montañas con un poco de nieve en las cumbres, las estaciones limpias y ordenadas, con bancos y personas que esperan un tren y jefes de estación con el uniforme impecable. Esas personas no se mueven, junto a ellas te sientes más vivo, porque tú puedes respirar y andar, en contraste con su inmovilidad de muñecos. Quizá por eso me gusta estar aquí, en la maqueta, en ese mundo que parece real pero es fantástico por su perfección imposible, para sentirme increíblemente vivo y poder ver las cosas desde un punto de vista distinto, alterado en las proporciones del espacio y el tiempo. Cuando uno mira a su alrededor en la maqueta, todo tiene unas proporciones normales, pero al mirar hacia el cielo, no encuentra el sol ni las nubes, sino un techo pintado de blanco y una lámpara descomunal, una habitación enorme que se le viene encima con sus paredes, sus cuadros, sus estanterías llenas de libros, una mesa con sillas y un sofá y gigantes sentados, leyendo o comiendo y alguien manejando el tablero de controles de los trenes con sus manazas. Los que se mueven son ellos, los gigantes, mi mundo diminuto, el mundo a mi escala, está quieto, salvo los trenes que recorren incansables los raíles impulsados por la energía eléctrica que los alimenta. Mi único problema surge cuando quiero coger el tren, echo a andar por el andén hacia ese tren que llega siempre a la hora exacta, las once de la mañana o de la noche, siempre es la misma hora en el reloj de la estación porque sus manecillas no se mueven, el tren se detiene en la estación, yo me acerco a un vagón, e intento abrir la puerta, pero nunca lo consigo y entonces, el gigante aprieta el interruptor y la locomotora se pone en marcha a la hora exacta, las once en punto, veo el tren alejarse por las vías para cruzar el viaducto rumbo a las montañas, va a desaparecer en ese túnel que yo nunca atravesaré, nunca, porque jamás podré abrir esa puerta y subir al vagón.

El gigante que juega con el tren es mi hermano y hoy ha traído a su novia a comer y le está enseñando orgulloso su maqueta. Su maqueta es perfecta, en ella todo es armonía, todo está dirigido con sus manos, un mundo donde él es el rey; él decide cuándo pasa este tren o el otro, cuándo lo desvía en aquel cruce de vías hacia la derecha o hacia la izquierda. Puede provocar un choque de trenes pero nunca lo hace, en el último momento los hace tomar caminos de hierro divergentes. Mi hermano siempre ha pretendido dominarlo todo, y lo consigue casi siempre, solo me siento libre cuando estoy dentro de su maqueta, por ella me paseo sin que pueda controlarme, no puede detenerme ni hacerme andar más deprisa o más despacio. Soy la única imperfección de su maqueta, como ese grano que de vez en cuando le sale en su nariz afeando su rostro, solo que el grano se lo ve cada día en el espejo y yo aquí, en la maqueta, paso desapercibido, pues cuando él me mira me quedo inmóvil y parezco una de sus figuritas. Su novia también es perfecta y me gustaría tenerla aquí, a mi lado, en la maqueta y pasear con ella por ese parque junto a la estación o más lejos, internarnos en el bosque de abetos y darnos un chapuzón en el río. Estoy seguro de que si pudiera traerla aquí, si pudiera llevarla de la mano y enseñarle esta maqueta desde dentro, conseguiría que se enamorara de mí y que mandase al cuerno a mi hermano. Por eso me tiro al suelo y ruedo, ruedo hasta las vías, el tren está a punto de pasar, no intento suicidarme, solo llamar su atención, sé que corro un gran riesgo, ya estoy con mi cuerpo cruzado sobre la vía, veo de reojo el tren que se acerca, no voy a levantarme, cada vez está más cerca, siento su vibración, el tren me arrollará si alguien no hace algo…

La novia de mi hermano grita "¡Hay un hombre en la vía, para el tren!"

Pero mi hermano sonríe con maliciosa mirada, "Va a producirse un lamentable accidente...".

En el último instante, ella lanza sus dedos índice y pulgar en pinza y me recoge con ellos. En el último instante. Mi salvadora, ¡buf!

Me pone en la palma de su mano y me mira. Yo me veo en el espejo de sus ojos negros, que también reflejan la maqueta.

"Esta figurita lleva ropa moderna, va de vaqueros y camiseta, no como los otros… Me resulta familiar…"

Yo sonrío, mi hermano no la escucha, está haciendo que su tren atraviese las montañas.

"¡Anda, si se parece a tu hermano!"

Me ha reconocido y son esas palabras las que me transportan al interior de la maqueta que se refleja en sus ojos negros, y aferrándome a la punta de su dedo con mi diminuta mano, la arrastro también a ella dentro de esa maqueta.

Estamos juntos paseando por el bosque de abetos, de la mano. Vemos a mi hermano sobre nosotros, detiene el tren en la estación, a las once en punto de la mañana, y vuelve su cabeza hacia atrás:

"Marisa, ¿dónde te has metido?"

lunes, 2 de marzo de 2009

Buscando a Nicolás, de Airam Hesse

Airam Hesse escribió un bonito cuento, "Buscando a Nicolás", para el bloganiversario de Gustavo Aimar. Aquel cuento me gustó mucho, pero me daba mucha pena que la pobre princesa no tuviera a su amado Nicolás. Así que llamé a mi bruja de chocolate y le pedí que ayudara a la princesa Clementina, y le escribí otro final a la historia...

Airam se puso manos a la obra para ilustrar ese final y este es el resultado: una preciosa y encantadora bruja de chocolate que les prepara un chocolate mágico a los protagonistas, el pájaro Nicolás y la princesa Clementina.


Clementina llegó volando en su pájaro hasta la casa de la bruja de chocolate.
La bruja les invitó a tomar una taza de chocolate mágico y les explicó que al tomarlo pensaran lo que más deseaban y su deseo se cumpliría.
Clementina soñó que encontraba por fin a Nicolás y el pájaro pensó en pasar el resto de sus días junto a Clementina.

Después de tomar el chocolate, sus deseos se vieron cumplidos: el pájaro recobró la forma de Nicolás, grande y enorme, y ambos vivieron juntos para siempre. Fueron felices y el rey se quedó con un palmo de narices...


Este es el resultado de un bonito e inesperado trabajo conjunto entre Airam y yo, en este curioso y entrelazado mundo de la red, en donde todo se enreda, se comparte y se reparte, viene y va... Como el chocolate mágico, como una tarta, como un buen libro...

Para conocer la historia completa de Nicolás, pasaos por el blog de Airam:

La primera parte en Buscando a Nicolás

y la segunda parte de la historia aquí

Y todo el blog de Airam Hesse no tiene desperdicio, así que entreteneros un rato por allí, tiene unas estupendas ilustraciones...