lunes, 27 de abril de 2009

23 de Abril, San Jorge, día del libro

Esta entrada debería haber salido publicada el 23 de Abril, pero ciertos problemas informáticos me lo impidieron. En fin, aunque con retraso, aquí está:
23 de Abril, San Jorge, día del libro

Ya ha llegado el día del libro. En nuestra comunidad es fiesta, pues San Jorge es el día de Aragón. Así pasamos los aragoneses este día: entre libros, dragones y caballeros. Este año no estaré por el Paseo de Independencia de Zaragoza, ni paseando para ver las novedades, ni en ningún puesto rodeada de libros firmando garabatos para mis lectores… Siempre me gusta celebrar este día entre libros, disfrutar de esa locura que le entra a la gente por ver, tocar, comprar algún libro, aunque solo sea una vez al año; por un día nos embarga la ilusión de que en este país se lee. Sabemos que no es verdad, pues al día siguiente esa borrachera de letras se le pasa a casi todo el mundo y el libro se queda decorando la estantería, esperando a un nuevo compañero hasta el siguiente 23 de abril, pero siempre nos queda el aroma delicioso de los libros sacados a la calle, atrayendo como imanes a las personas.

Este año me alejo por unos días de los libros para meterme de lleno en la naturaleza de la Serranía de Cuenca. Ya os contaré a la vuelta. Pero en nuestro equipaje no nos faltan los libros para los ratos tranquilos: Harry Potter y el prisionero de Azkaban, para leer con mi hijo Pedro, para mí, El tercer policía, de Flann O’Brien, libro extraño y de humor absurdo, como todos los del irlandés; mi hija terminará la segunda parte de La puerta Oscura, El mal, de David Lozano, y Pedro, un libro de Cousteau… Saboread esta fiesta de los libros bajo el sol de abril, y daros el gustazo de regalaros un libro.

lunes, 20 de abril de 2009

La ciudad de los libros

Había una vez una ciudad hecha de libros. Las murallas estaban hechas de libros, las torres estaban construídas con libros, las casas tenían ladrillos de libros, los adoquines de las aceras eran libros, los peldaños de las escaleras eran libros... Era la única ciudad del mundo donde nadie leía, pues nadie se atrevía a abrir un libro, por el grave riesgo de que todo se desmoronara.

Como no escribir un microrelato

Estaba escribiendo un microrelato pero ya lo he terminado.

martes, 14 de abril de 2009

A Juslibol en bici



Parece mentira que existan paisajes así junto a Zaragoza, donde todavía hay campos, flores y huertos, y vegetación salvaje de ribera que cierra el acceso al río. Sales del parque del agua tan ordenado y ralo, con sus arbolillos raquíticos y descubres la verdadera naturaleza, solo encajonada por los campos rurales cortados por las acequias, que tienen un aroma de otros tiempos. Por unos momentos uno se olvida del asfalto y solo piensa en pedalear y respirar, viendo el paisaje y admirando el río.

Un paseo en bici siguiendo el meandro de Ranillas, más arriba del recinto de la expo y del parque del agua, hasta el galacho de Juslibol. A un lado, el pueblo, con el murallón de los montes de yeso detrás, y sus campos cultivados por delante, un pueblo que nos parecía cercano al principio y que se fue alejando conforme seguimos la curvas del meandro; al otro lado el río, cargado de agua, con su mejana de cantos rodados, sus árboles poderosos, sus aguiluchos y cigüeñas.

Sol, río, chopos, álamos, campos verdes y flores, con un un par de piernas y una bicicleta se puede llegar muy lejos cerca de casa.

Había que aprovechar el único día de semana Santa de auténtica primavera con las bicicletas. Esto fue el jueves pasado. Ya sabéis, el viernes y el sábado tuvimos agua y agua y más agua...

martes, 7 de abril de 2009

Pierdo los ojos




Pierdo los ojos entre las páginas de mi libro nocturno, se me caen de sueño y luego me cuesta recuperarlos para ponerlos en sus cuencas, a saber en qué página me asaltó el monstruo del sueño. Ese monstruo que abre la boca en cada bostezo y que nos devora la vida... Paso las páginas y pienso en cómo voy a encontrar mis ojos, si están en el libro no tengo con qué verlos. Así que dejo el libro abierto en la mesilla y me duermo con la confianza de que durante la noche mis ojos saltarán del libro y volverán a sus cuencas. De lo contrario, ciega para siempre.