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La niña entró llorando en mi clase. Interrumpió a Marcos, que tocaba Las cuatro estaciones. Vivaldi se lo agradeció.
- He perdido el arco de mi violín – me dijo muy apurada, entre hipidos.
- Tu madre se enfadará…
Ella movió la cabeza, arriba y abajo y lloró un poco más.
- No te preocupes. Ven conmigo
La llevé al jardín, hasta un pequeño árbol junto al seto. De él colgaban varios arcos de violín.
- Mira, dije doblando levemente una rama – éste ya está maduro.
La niña arrancó el arco de violín del árbol y me dio las gracias.
- ¿Y si hubiera perdido el violín? ¿Tienes también un árbol que dé violines? – me preguntó mirando a su alrededor.
- Hay árboles de violines, se llaman violineros, pero ahora no es temporada. Todavía están en flor.
- ¿Cómo es la flor de los violineros?
Es una flor que no se ve, pero que huele muy bien. Huele… a primavera. Y cuando suena El verano de Vivaldi, las flores pierden sus pétalos y brotan los violines que comienzan a cantar.
- ¿Y tiene que ser verano de calor?
- Puede ocurrir en invierno, solo hace falta que alguien interprete bien El verano.
Terminó el curso, pasó el verano y el otoño, pasaron años enteros. Llegó un invierno que se nos hizo demasiado largo. Todos estábamos hartos de hielo y nieve. La niña se había convertido en una joven intérprete que sentía la música desde la punta de sus dedos hasta el corazón. Una tarde especialmente fría, la joven me pidió que tocara La primavera. Toqué para ella.
Ella cerró los ojos y sintió el olor a primavera. Cuando terminé, apoyó el violín en su hombro y su cabeza sobre él y comenzó a tocar. Con los primeros compases de El verano, las paredes se llenaron de violines. Eran violines pequeñitos, pero con el susurro de las cuerdas comenzaron a hincharse. Y con aquel viento melodioso, sonaron por toda la estancia. Los pájaros cantaron y las abejas zumbaron.
Cuando terminó, se había hecho de noche. Todavía quedaba nieve afuera, en la ventana. Pero los violines del violinero habían traído el calor a nuestra clase. Aquella niña no había olvidado la lección que le dí en el jardín.
12 comentarios:
Que hermoso Puri!!!
Cuando llegue el invierno escucharé el Verano de Vivaldi esperando que florezca el violinero.
Besos desde el aire
Precioso. Buena clase de música. Un abrazo.
Las buenas lecciones suelen ser mérito del maestro. Una historia bien pulsada.
Te prevengo de que quizás el comienzo tiene dos verbos que suenan muy parecido y wuizas deberías cambiar (irrumpió -interrumpió), salvo ysea deliberado.
Pues está muy claro dónde nacen... en tus dedos!!!! Hermoso.
Rosa, tiene que ser un Verano muy especial pero si lo escuchas con el corazón florecerán.
Mar, ojalá hubiera muchos maestros así.
Depropio, las buenas clases de música se hacen entre dos: el maestro y un buen recipiente que absorba las enseñanzas (el alumno).
Tienes razón cambiaré el verbo. En realidad al principio no puse irrumpió, pero por utilizar una palabra más adecuada, acabé en una cacofonía sin darme cuenta.
Montse, ojalá nacieran en mis dedos, al menos os los hago ver y oír con palabras.
Este cuento es una clase magistral, una enseñanza para guardar en el corazón.
Besitos
Ojalá que hubiese violineros y que "funcionaran" como dices. Me ha parecido precioso ^_^
El Verano es mi estación favorita de Vivaldi (a la primavera le tengo bastante tirria, la verdad).
Un beso chocolatero :)
Gracias Elysa, besos desde el corazón.
Acuática, eso es que no te hadado clases este maestro, jajaja. Y La Primavera también es bonita, lo que pasa es que nos la han hecho oír tantas veces...
Me gustó mucho, Puri. Se basa en imágenes de mucha potencia. Y la realización tiene el clasicismo de los cuentos de siempre.
Un abrazo admirado,
PABLO GONZ
Gracias Pablo, me siento halagada por tus palabras. Besos
Me encantó. Los violines me pierden, me pierden...
Antia, los violines nos hacen vibrar el corazón, nos ponen la piel de gallina.
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