Gabo me enseñó
que los cuentos podían tener olor, sabor, color, roces, magia y pies bailando
en la tierra o chapoteando en el fango, y personajes siempre llevados más allá
de cualquiera de nuestras experiencias. Su primera novela que leí fue Cien años de soledad, que me arrastró
por esa extensa saga que habitaba Macondo, de la que recuerdo como si estuviera
viéndolas ahora mismo las mariposas amarillas que rondaban al amor. Luego
vendría el verano que soñé en mi sillón orejero con El amor en
los tiempos del cólera, y más tarde los días de lluvia con El coronel no tiene quien le escriba. Me paseé por La increíble y triste historia de la cándida
Eréndira y su abuela desalmada, y descubrí el fogonazo certero, la puñalada
del destino directamente trazado de Crónica
de una muerte anunciada, uno de los libros que más me impresionó, con su
brevedad y su coro de voces que confluían en un destino inamovible.
He estado
revisando las fichas que hacía en mi juventud, sobre libros leídos
—sorprendiéndome de la maravillosa letra y la limpieza de las fichas y los
cuadernos, igual que ahora, jaja— para ver qué había recogido en ellos de esas lecturas y sabía que no estarían mis libros preferidos de Gabo, por esa tendencia mía a
la anarquía, de este libro recojo alguna cita, pero de aquel no, simplemente por
dejadez, no porque no merecieran la pena… Y he encontrado estos fragmentos, entre otros, extraídos de La increíble y triste
historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada:
“Lo que más me
gusta de ti es la seriedad con que inventas los disparates”
“Una tarde, al
final de un desfiladero opresivo, percibieron un viento de laureles antiguos y
escucharon piltrafas de diálogos de Jamaica, y sintieron unas ansias de vida y
un nudo en el corazón y era que habían llegado al mar.”
“Ulises
permaneció contemplándola un largo rato sin despertarla, pero la contempló con
tanta intensidad que Eréndira despertó. Entonces se besaron en la oscuridad, se
acariciaron sin prisa, se desnudaron hasta la fatiga, con una ternura callada y
una dicha recóndita que se parecieron más que nunca al amor”
Y buceando por
ahí he encontrado también esto:
“El coronel
Aureliano Buendía apenas sí comprendió que el secreto de una buena vejez no es
otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Que sirvan unas
pocas de sus palabras para recordarle y animarnos a leer y releer esas obras
que nos hicieron soñar y pensar en el destino de los hombres, en el amor y en
todo aquello que lleva la humanidad sobre sus hombros.
6 comentarios:
¡Es mágia!
Besos Puri.
Que bien lo cuentas :)
Releer a los grandes siempre enriquece.
Saludos!
Virginia
Has definido las obras de Gabo con la mágica exactitud que merecen.
Que arrope el verano a tu belleza.
Besos de ultramar.
Siempre la magia está ahí, Miguel.
comparte+, son lecturas de juventud, que aunque no recuerde con exactitud, me dejaron un poso mágico como solo los grandes pueden dejarnos.
Carlos, me gustó esa mágica exactitud... Gracias por ese verano, que ya asoma
Mucho Gabo! Hay que aprender y leer a los maestros.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Gracias, David, aprendemos siempre de ellos. un abrazo
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