©Laura Ferreira |
Debí haberlo
sospechado cuando te conocí, parecías una muñeca, con esos ojos azules fijos como
de cristal y la piel pálida de porcelana. Si te besaba en la mejilla estabas
fría, si estrechaba tus manos me paralizaba el hielo; al hablar, tu expresión
distante, sin emociones, congelaba mi corazón. Ese desapego te hacía por otro
lado arrebatadoramente atractiva, de una elegancia lánguida, de tintes
románticos. Además estaban tus labios, con ese carmín rabioso que atraía a los
míos. Eran lo más carnal de tu persona y nunca me rechazaban sino que deseaban
más y más, como si quisieras comerme por dentro. Y yo cada vez más sediento de tu
boca, de esos labios ardientes que me robaban la vida y me ofrecían el
paraíso... Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, sobre nuestros labios
fundidos descubrí el brillo cruel y por fin vivo de tus ojos, y, antes de
morir, supe que habías absorbido toda mi alma en el último beso.
* * *
Para el último viernes creativo de el bic naranja. Más historias para esta foto de Laura Ferreira aquí