sábado, 30 de noviembre de 2013

NOVIEMBRE 2013




De mi álbum de fotos


Solo merece la pena madrugar por ver amanecer.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Una noche más


Vomité en sus faldas. Y me abofeteó, vaya si me abofeteó. Dijo también eso de maldito cerdo borracho, y luego añadió: “quién me mandaría a mí enredarme en unos ojos verdes”. El taxista nos echó del coche, pero ella le puso morritos y al final la llevó a su casa. O se la tiró al doblar la esquina, bueno, en el taxi no, porque apestaba, en algún picadero infecto. Yo me quedé tirado en la acera, como un alga asquerosa que alguien se ha quitado del pie. Aquella vez no lloré. Ni siquiera aullé. Ya lo había hecho por demasiadas mujeres y quería convencerme de que el vodka sabía mejor que ellas.

* * *

Con este relato participé en el concurso de narrativa Artgerust "Realismo Sucio", homenaje a Bukowski, y aparecerá en la antología recopilatoria de los relatos finalistas. Podéis ver el relato también aquí. Gracias a Miguel Jimenez Salvador, pues leyendo su blog conocí este concurso.

¡El MILLÓN DE ENTC! ¡FELICIDADES JAMS!



Si eres un seguidor de Esta noche te cuento, seguro que sabes que ese blog donde nos reunimos  a contar cuentos y más cuentos todos los meses llega ya ¡AL MILLÓN DE VISITAS!

Y los que no lo conocéis, ya va siendo hora de que os déis un paseo por ahí, de que leais y enviéis vuestros relatos.

Y de paso véis el video que le han dedicado los amigos a JAMS aquí

¡Muchas felicidades a los que lo hacéis posible este lugar de encuentro, JAMS y Rosa!

domingo, 24 de noviembre de 2013

Paseo por el Botánico de Lisboa con Antonio Muñoz Molina





Ayer leí el artículo de Antonio Muñoz Molina de Babelia, sobre los Mundos botánicos. Me llevó de paseo por el Botánico de Lisboa y me acordé de cuando en esa capital, hace más de veinte años, visité con mi madre la “estufa fría”, ese gran invernadero situado más allá de la avenida de la Libertad, que tanto nos impresionó con su lujuriante vegetación tropical y ese ambiente húmedo que nos rodeaba y que nos hizo sentirnos como exploradoras en la selva. Un sentimiento muy parecido al del escritor, que terminaba el artículo con esta reflexión: “De un botánico así se salen con ganas de escribir un libro de viajes”. También pensé que me faltaba visitar ese jardín botánico del que él hablaba, pues debía de tratarse de un jardín al aire libre (aunque también tenía sus invernaderos), no como el que habíamos visto nosotras, así que lo anoté en mi cabeza como ese lugar que no puedo dejar de ver cuando regrese algún día a Lisboa (otra ciudad en mi lista de ciudades a revisitar). Después también me vino un recuerdo de Elvira Lindo, su esposa, ya que comencé a relacionar: Elvira estuvo por Zaragoza dando una charla de animación a la lectura en octubre, fui a escucharla y me encontré a la mujer que imaginaba a través de sus libros: esa niña de la que su madre decía que era la alegría de la casa y que cuando creció siguió conservando a la niña, su rebeldía, aunque a veces se tiñera de tristeza y nostalgia, pero que encaraba todo con buen humor. Decidí escribirle un correo electrónico para comentarle mis sentimientos después de la conferencia y al cabo de pocos días recibí su respuesta, que me hizo muchísima ilusión, en el que me agradecía mi carta y me enviaba “Un beso grande, ahora desde la bella Lisboa”. Por eso, ayer, cuando leía el artículo de Antonio Muñoz Molina, también pensé: Elvira me mandó un mensaje desde ahí, desde donde Antonio escribió esto y ahora él me envía otro, en el que no me dice, pero yo adivino, que paseó por ese jardín botánico de Lisboa con la alegre compañía de Elvira. Y me los imaginé allí a los dos juntos, entre los grandes árboles con sus nombres científicos y me dije: qué delicia es saborear unas palabras tan bien escritas, que te llevan no solo a donde el escritor quiere llevarte, sino a tu propia experiencia y a una entrañable conexión entre personas.

viernes, 22 de noviembre de 2013

En la pecera


Foto de Gina Vasquez

Tenías todos tus sueños flotando en el mar de tus ojos. Yo también estaba en ellos, encerrado en una pecera, la mascota que por costumbre no te olvidabas de cuidar. Era tu pececillo, daba vueltas en círculos, me observabas con curiosidad, y yo te miraba, boqueaba ante ti, deseaba que tus labios se posaran en el cristal y anhelaba acercarme a besarlos. Pero pronto perdías interés en mí y acudías a esos otros que bailaban hasta el amanecer en tu playa bulliciosa. Me alimentabas de gambitas secas, pero jamás me echaste ni una miaja de sonrisa ni una pizca de te quieros. Me conformaba con eso, con el sabor a bollo recién hecho que quedaba en las gambitas cuando las tocaban tus dedos.

Muchas veces me preguntaba por qué estaba yo ahí, en tus sueños, si no me deseabas, si nunca había significado nada para ti. Un día me respondiste: “Porque no soy yo la que te sueña, sino tú el que está soñando que yo sueño contigo”. Esas palabras rompieron la pecera, se escapó el agua de ella y yo casi me ahogué con ese aire tuyo de alta montaña. Ahora sobrevivo en el charco de mis lágrimas mientras tú chapoteas en él y me clavas muy profundo el arpón de tu indiferencia.

* * *
Un viernes creativo más en  el bic naranja. Anímate a escribir una historia para esta imagen propuesta por Fernando Vicente. Y acude hoy por el bic naranja a leer un montón de historias sugeridas por la imagen.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Terapia antidepresiva en radio mislata


Otra vez en la radio, esta vez de la mano de Nicolás Jarque en el programa que dedican cada noche de los jueves a los microrrelatos, La Radio en Colectivo, en radio mislata, que se emite en Valencia. Esta semana el tema era el consumo y Nicolás me pidió si podía enviarle algún mciro sobre el asunto, que titulé Terapia antidepresiva.



Podéis escuchar el micro a partir del minuto 07:25. En el programa también se leen micros de Humberto Dib y David Moreno, un placer estar tan bien acompañada. Y se leyó el primer relato seleccionado en el concurso de relatos de este programa de Salamandra (buen pseudónimo).





El micro también lo podéis leer a continuación no lo había publicado todavía en espera de que lo leyeran en el programa: (pero no dejéis  de oír el programa, merecen la pena las historias y la música).

Terapia antidepresiva


Había tenido un mal día en la oficina, le dolía la cabeza. Las luces de colores del centro comercial la atrajeron con su parpadeante alegría y decidió dar un garbeo por las tiendas para despejarse.
El primer escaparate le dijo “CÓMEME”; entró en la pastelería y se zampó una deliciosa tarta de chocolate.
El segundo escaparate llamó su atención con un sonoro “VÍSTEME” y salió de esa boutique con un precioso vestido de gasa, que le subió el ánimo.
El tercer escaparate le gritó con alegría “CÁLZAME” y se compró unos zapatos de tacón con los que casi podía tocar el cielo.
El cuarto escaparate la alcanzó con un vistoso “SEDÚCEME” y la impulsó a comprar un carmín rojo pasión capaz de enamorar a todos los cupidos.
En el quinto escaparate encontró un “LEÉME”, y eligió una entretenida novelita romántica.
Se sentó en la cafetería que la había llamado con un “BÉBEME” de intenso aroma, donde estuvo leyendo aquel merengue rosa combinado con sorbos de café con leche. Al imaginar a la protagonista, guapa, sexy, vestida con ropa cara y unos taconazos impresionantes, un desagradable vacío se abrió en su estómago, para instalarse definitivamente entre su pecho y la boca. 

Antes de salir del centro comercial, encontró una tiendecita que nunca había visto antes. Al acercarse le susurró “BÉSAME”. El escaparate estaba oscuro, pero la tentación era demasiado poderosa. Entró en la tienda, salvando el misterioso telón de la penumbra y cuando ya había dado tres pasos, divisó a un joven atractivo apoyado en el mostrador y se detuvo, azorada. Su duda era si los besos se pedían por kilos o por metros.

* * *
Como véis en mis últimos relatos me ha dado por la falta de besos en mis protagonistas. A mí me sobran (por kilos o por metros), así que os envío un montón de besos de chocolate a todos desde aquí.



jueves, 14 de noviembre de 2013

Tarde de paseo


Madre e hijo salieron de paseo.
—Quiero un helado… —pidió el niño y su madre se lo compró.
—Quiero ese coche rojo… —y su madre se lo compró.
—Quiero ese juego para la consola —y su madre se lo compró.
—Cómprame un beso —dijo el niño al contemplar una amorosa familia en un anuncio de seguros.

Y su madre no encontró ninguno en todo el centro comercial.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Barritas punto com



Mis amigas se han enganchado a las barritas para adelgazar. Todo empezó con Marta y su “operación bikinini”, después se unieron Elena y Paula con la esperanza de soltar esos kilillos de más. El verano ha pasado, Elena luce un cuerpo y unas piernas que apenas se vislumbran si se pone de perfil, pero sigo siendo la única que, a la hora del almuerzo, come comida de verdad; ellas comentan encantadas lo deliciosas que están las barritas untadas en un vaso de agua. Ahora han decidido también dejar de fumar y sustituyen el cigarrillo rubio por caladas robadas con ansiedad a una boquilla eléctrica.
Elena está cada día más etérea, más transparente. El otro día me pareció cruzarme con ella en el pasillo del trabajo, oí su voz y vi una estela de vapor que perseguía el sonido de sus pisadas, pero no había rastro material de ella.
“Mi vida se ha vuelto virtual”, escribe mi amiga Elena en su Facebook. En vez de foto tiene un lacito rosa, ha fundado un club que se llama barritas.com y cuenta sus viajes astrales gracias al vapeado en un foro de aspirantes a exfumadores.

La echo de menos, ya casi no recuerdo su rostro. He probado una barrita con ánimo de recuperarla y aunque el chocolate sabe tan dulce como ella, me es imposible rescatar su sonrisa, sentir sus abrazos.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Trampa blanca



Ilustración de  Maroesjka Lavigne
Hace frío en este autobús. No solo por la nieve, es que la soledad me resulta todavía más heladora. Tras la tormenta de nieve, el autobús de este tour organizado ha quedado atrapado y no puede salir de esta trampa congelada. Hace un par de horas, el conductor bajó a pedir ayuda en la granja para limpiar la nieve. Transcurrió media hora, y como no regresaba, nuestro guía decidió ir a buscarlo. Tras diez minutos, la vieja cascarrabias del tercer asiento quiso averiguar por qué tardaban tanto. Cada cinco minutos, uno de los miembros de nuestra excursión se pone nervioso y considera que debe ir a buscar a los que han entrado antes. Ninguno ha vuelto. Uno tras otro, mis compañeros han sido tragados por ese negro umbral que me observa como un ojo diabólico. Ahora solo quedo yo en el autobús. El ojo me mira y a mi vez yo lo miro con la misma aprensión que si me acercara a un abismo por el que temo despeñarme a un fin seguro e ineludible. Al mismo tiempo parece querer convencerme de que en su seno encontraré la paz, el calor humano que buscaba cuando decidí apuntarme a este viaje organizado. Pero como siempre he pensado que todos morimos completamente solos, me quedaré aquí sentada esperando a la muerte blanca.     

* * *
Y en la noche del Día de los difuntos, no podía dejar de participar en el viernes creativo de el bic naranja. Pasa a ver más historias terroríficas, a morirte de miedo

viernes, 1 de noviembre de 2013

Micros terroríficos en Cadena Ser de Ávila


El día de todos los Santos merece un poco de literatura inquietante.

Pablo Garcinuño ha llevado a la Cadena Ser de Ávila tres micros terroríficos de Ana Vidal, Mar Glez y de una servidora. Podéis oírlo aquí:




El micro que ha leído mío, preparado para la ocasión se titula Recuerdos.

Recuerdos

Bajo tan deprisa las últimas escaleras del metro que termino rodando en el último tramo y entre jadeos alcanzo el andén. Nadie me ha seguido, estoy solo. El tren efectúa su entrada, se detiene ante mí, consigo abrir la puerta y me meto en él. El vagón está lleno de pies, solo pies y piernas mutilados me rodean, unos sentados, los más ágiles encaramados en la barra superior, otros enroscados en las barras verticales para sujetarse mejor, pero la mayoría conservan perfectamente el equilibrio sobre sus zapatos. Las puertas se cierran tras de mí y el convoy arranca, unos pies se balancean, algunos aún gotean sangre fresca; zapatos de tacón y medias de seda, mocasines sucios, me alegro al ver unas zapatillas de tenis, pero no, esas no son; los miro con aprensión, tengo miedo, sería horrible equivocarme. Sé que no pueden verme, pero he de reptar junto a ellos con cuidado de no rozarlos para que no me descubran, podrían saltar sobre mí y obligarme a que los recoja, por eso avanzo deprisa, paso con asco, casi sin respirar, entre las extremidades amputadas, ¿y si me confundí de tren? Observo los vagones que culebrean hasta el infinito y rezo para encontrarlos pronto mientras voy dejando atrás pies que sufren de varices, pies aburridos de niño que se rascan la pantorrilla, pies de bota militar que amenazan pisarme, pies seductores de piernas estilizadas que me dan la espalda. ¿Dónde estáis malditos? Tengo que seguir avanzando entre miembros y más miembros de desconocidos, y entonces me parece verlos acercarse a la puerta en el siguiente vagón, no pueden bajarse sin mí y me arrastro como puedo hacia ellos, pero son rápidos, cuentan con la ventaja de mis zapatillas de deporte; me abalanzo en plancha sobre las piernas, para que no escapen; sí, son ellos, por fin he encontrado mis pies. Los beso, beso su sangre seca, los recojo tomando los cordones de las zapatillas entre los dientes, pero en ese momento me asalta la misma duda de siempre: no recuerdo cuál fue la estación del accidente, esa en la que debemos bajarnos para encontrar mis brazos, los que volverán a unirnos de nuevo.