Busco en la soledad refugio para mis pensamientos
miércoles, 30 de abril de 2014
martes, 29 de abril de 2014
VIEJOS AMIGOS: Audioantología
La audioantología Viejos amigos que nuestro amigo Pablo Gonz puso en marcha ha salido al mundo. En ella encontraréis 69 microrrelatos de 47 autores de seis países: Argentina, Chile, Perú, colombia, México y España; todos ellos sobre los ancianos. Un homenaje a nuestros mayores que podéis escuchar y descargar aquí.
Participo con el relato Hambre de gatos.miércoles, 23 de abril de 2014
El día que llovieron libros
Ilustración de Juanlu |
Aquel día
llovieron libros. Cayeron goterones de páginas y más páginas, lluvia de brujas,
porque hacía un sol espléndido. Los paraguas no servían de nada, acababas
empapado de poesía, de cuentos, de palabras hermosas, de nostalgia, de
felicidad, de desamor… Y no te atontaban, todo lo contrario, ¡te espabilaban! Como la lluvia fresca de primavera, te hacía abrir los ojos y respirar fuerte. Y además olía muy bien, un perfume diferente en
cada gota.
Pasamos el día
en la calle, jugando con los libros, era fácil esconderse en ellos,
transformarse en pirata o en trapecista, y la Reina de Corazones nos buscaba
frenéticamente, pero la espantábamos con el Rey Arturo… Había también besos
entre las páginas y algunas lágrimas, pero incluso las lágrimas nos hacían
sentir que estábamos vivos, tan vivos que pensábamos que no moriríamos nunca.
Fue un día
intenso, intenso y muy húmedo, aunque brillaba el sol. Lluvia de brujas, volvió
a decirnos la abuela cuando volvimos al hogar.
Al meternos en
la cama seguía lloviendo. Abrimos la ventana y con el murmullo de las palabras
de los cuentos, nos dormimos, nos imaginamos, nos rendimos a los sueños.
San Jorge, día del libro y día de Aragón
Aquí irán mis libros de hoy después de haberlos leído. ¡Ay, madre, ¿dónde los meto?! |
Para celebrar San
Jorge, y para celebrar Aragón, los aragoneses montamos una gran fiesta de los
libros. Por ejemplo, puedes acercarte a vivir y participar en el desfile de la humanidad ociosa por el paseo de
Independecia de Zaragoza. Los libros
salen a la calle, de la mano de los libreros y de sus autores, para acercarse a
los paseantes. Sol esplendoroso, achicharrante, parece que nos vamos a fundir,
pero los libros resisten, los libreros aguantan con sombreros de paja y
paraguas de colores, los autores renacen de su propio charquito de sudor para charlar con sus seguidores y los lectores tomamos un respiro bajo las hojas de los tilos
y cuando ya no podemos más nos cambiamos al tendido de sombra en la acera de enfrente del paseo.
Además de libros, el detalle de un clavel y marcapáginas, bonitos marcapáginas para mi colección…
Los niños
consiguen que sus padres les compren, por fin, un libro. Uno al año, no hace
daño. Los niños se van como niños con zapatos nuevos con un libro entre las
manos donde les ha estampado su firma un autor de la tierra. Y los papás, los
papás disfrutan como niños…
Y qué decir de
las obras de arte que te dibujan los ilustradores para dedicarte sus
creaciones…
Tenemos también pequeños editores que hacen libros preciosos... Como Jekill y Jill, (aquí abajo) y Tropo y Nalvay....
Los libros que
han caído hoy: No hace mucho tiempo, de Jimmy Liao, con sus preciosos dibujos en
blanco y negro y donde nos cuenta su camino hasta convertirse en ilustrador. Y el
pequeñín Micropoemas 2, de Ajo. Me gustó tanto el primero que leí de ella que
no he podido resistirme a esta poesía breve pero intensa, llena de vida, de
vida de hoy.
Disfruta de los
libros, pasea, mira, toca, lee… Únete a nuestra fiesta. Y que sea para ti fiesta de los libros todos los días del año.
martes, 22 de abril de 2014
Retorno al Matarraña
Río Ulldemó, en la comarca del Matarraña De mi album de fotos |
He dejado atrás
los cantos rodados del río, sus aguas verdosas, la pequeña cascada en la que
jugábamos de niños. Asciendo paso a paso, sin prisas, entre las flores de
romero, las aliagas, los enebros. A pesar de la marcha sosegada, la cuesta
prolongada cuesta, el sobrealiento me desborda. Aún no he alcanzado la cima,
pero me detengo. Contemplo el paisaje. Peñas sobrias y solemnes. Buitres
planeando. Soledad.
Escucho el
silencio.
. . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Me lo jode el
estruendo de un avión que pasa. Resonancias de la civilización, de la que él
siempre trataba de huir. Afortunadamente, pronto vuelve el silencio. Aquí nada
habla de humanidad, como a él le gustaba.
Le echo de
menos. A pesar del vacío que me dejó, estará siempre conmigo.
Necesitaba echar su cuerpo monte arriba, sentir el contacto con esta naturaleza
que tanto amaba. Por eso estoy aquí: esparciré sus cenizas por el barranco, para
que regrese a ella, para que cabalgue en el viento a fundirse con su madre
tierra.
sábado, 19 de abril de 2014
A mi querido Gabo
Gabo me enseñó
que los cuentos podían tener olor, sabor, color, roces, magia y pies bailando
en la tierra o chapoteando en el fango, y personajes siempre llevados más allá
de cualquiera de nuestras experiencias. Su primera novela que leí fue Cien años de soledad, que me arrastró
por esa extensa saga que habitaba Macondo, de la que recuerdo como si estuviera
viéndolas ahora mismo las mariposas amarillas que rondaban al amor. Luego
vendría el verano que soñé en mi sillón orejero con El amor en
los tiempos del cólera, y más tarde los días de lluvia con El coronel no tiene quien le escriba. Me paseé por La increíble y triste historia de la cándida
Eréndira y su abuela desalmada, y descubrí el fogonazo certero, la puñalada
del destino directamente trazado de Crónica
de una muerte anunciada, uno de los libros que más me impresionó, con su
brevedad y su coro de voces que confluían en un destino inamovible.
He estado
revisando las fichas que hacía en mi juventud, sobre libros leídos
—sorprendiéndome de la maravillosa letra y la limpieza de las fichas y los
cuadernos, igual que ahora, jaja— para ver qué había recogido en ellos de esas lecturas y sabía que no estarían mis libros preferidos de Gabo, por esa tendencia mía a
la anarquía, de este libro recojo alguna cita, pero de aquel no, simplemente por
dejadez, no porque no merecieran la pena… Y he encontrado estos fragmentos, entre otros, extraídos de La increíble y triste
historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada:
“Lo que más me
gusta de ti es la seriedad con que inventas los disparates”
“Una tarde, al
final de un desfiladero opresivo, percibieron un viento de laureles antiguos y
escucharon piltrafas de diálogos de Jamaica, y sintieron unas ansias de vida y
un nudo en el corazón y era que habían llegado al mar.”
“Ulises
permaneció contemplándola un largo rato sin despertarla, pero la contempló con
tanta intensidad que Eréndira despertó. Entonces se besaron en la oscuridad, se
acariciaron sin prisa, se desnudaron hasta la fatiga, con una ternura callada y
una dicha recóndita que se parecieron más que nunca al amor”
Y buceando por
ahí he encontrado también esto:
“El coronel
Aureliano Buendía apenas sí comprendió que el secreto de una buena vejez no es
otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Que sirvan unas
pocas de sus palabras para recordarle y animarnos a leer y releer esas obras
que nos hicieron soñar y pensar en el destino de los hombres, en el amor y en
todo aquello que lleva la humanidad sobre sus hombros.
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viernes, 18 de abril de 2014
Con guantes
Encontré un par
de guantes de piel entre un montón de ropa y cachivaches de segunda mano,
estaban nuevos. Eran preciosos, rojos en la palma y negros en el dorso, me los
probé y aunque tengo una mano grande, de dedos largos, eran exactamente de mi
talla. Dudaba si cogerlos o no, me marché sin ellos, pero al llegar al final de
la calle di media vuelta y regresé al puesto ambulante: ahí seguían,
seduciéndome desde la cima del revoltijo de prendas, y los compré sin regatear.
Cuando me alejaba pensé contenta que contrastaban con mi abrigo negro, me
darían un aspecto muy chic con su rojo desenfadado, atrevido, y todo ello
combinado con la elegancia de su dorso negro.
Me puse un
guante, acaricié su suave piel con deleite, me puse el otro como en un ritual,
me subí la solapa del cuello del abrigo, en el retrovisor de un coche me pinté
los labios con un rojo pasión como el de los guantes, me calé el sombrero de ala
corta, envolviendo mi mirada en un halo de secreto y misterio; recorrí con paso
decidido las callejuelas camino de mi hotel, tan atractiva y segura como una
actriz de cine. Bajo la luz de las farolas, enredando el aire con los dedos
enfundados en piel, me sentía una ladrona en la noche, esa ladrona que deseaba
ser cuando era niña y me disfrazaba con los guantes de piel negros de mi madre
y con una linterna registraba la casa en busca de tesoros, de joyas que robar. “Ladrona
de corazones”, me dijo el joven ascensorista del hotel con una sonrisa, al hilo
de mi pensamiento. Podía ser mi hijo, por eso le contesté atravesándole los
ojos: “Y de diamantes en bruto”, y le mostré balanceándose el número de la
llave de mi habitación. “A las doce acabo mi turno”, susurró él sin dejar de
mirarme a los ojos. “Puedo esperar”, dije con indiferencia y añadí: “¿con
guantes o sin guantes?”. “Con guantes, por supuesto…” pidió él.
—Adelante —le
dije cuando llamó a la puerta, le esperaba tumbada en la cama con los guantes
como único vestido—, soy tu Guantecita roja.
—Y yo tu lobato
feroz —contestó.
También llevaba
guantes, guantes blancos de cabritilla, que acariciaron mi espalda con la suave
y delicada piel y sus labios eran un dulce hocico que cosquilleaba desde el
ombligo hasta mis senos y en el instante que iba a devorarme toda entera mis
guantes se volvieron pimientos y la lujosa habitación se transformó en mi
casucha destartalada con techo de uralita y la única posibilidad de huir fue
arrojarnos abrazados al abismo de los besos, con la determinación de un
ascensor que se precipita en caída libre desde el piso veintidós hasta
estrellarse en el suelo.
Entre los restos
del ascensor alguien encontró un par de guantes rojos y otro par blancos, ambos
con los dedos enlazados; se hallaban sobre dos cuerpos voluptuosos, que guardaban el placer en sus labios y en el interior de sus ojos
cerrados.
jueves, 17 de abril de 2014
jueves, 10 de abril de 2014
Búscame en los puentes
Fotografía de Pedro Rovira Tolosana |
—Búscame en los puente, me dijo por el móvil, sin darme más pistas.
—¿En los puentes? ¿Pero en qué puente? ¡Que esta ciudad tiene ocho
puentes!!!
—Tú búscame y me encontrarás, como en Rayuela,
¿te acuerdas? —y colgó sin más explicaciones.
Sería como en Rayuela, salir a
buscarla, al encuentro de los cuerpos y de los labios que susurran palabras al
oído, a cazar en las esquinas besos robados al crepúsculo… Si hubiera pensado
cual sería el puente que ella elegiría, me habría dirigido al de piedra, el más
romántico, el puente de los enamorados, porque nosotros éramos enamorados
clásicos, de los de antes, no necesitábamos un puente donde enganchar un
candado con nuestras iniciales como los jovenzuelos de ahora, los clásicos
preferíamos la belleza austera de la piedra que cargaba con siglos de historia
y esa rugosidad áspera que nos gustaba acariciar con nuestras manos posadas en
el pretil, y el ambiente dulcemente amarillo de las farolas bañándonos con su
luz. Pero para jugar a encontrarse no había que pensar, sino dejarse llevar por
los pies libres y andarines, por eso crucé el puente de Santiago, con pasos titubeantes
por la ansiedad de no verla, pero con la confianza de que a ella le gustaba
perderse para encontrarse y yo debía ser también un vagabundo que husmeara por
instinto sus pasos, y ascendí por la margen izquierda, hacia la expo, pero si
nunca hemos ido juntos a la expo, me dije, y cuando caí en la cuenta de mi
error, ya era demasiado tarde y el
atardecer sonrojaba el lecho del río como coloretes ingenuos en el rostro de una joven que se
maquilla con algodones rosas, y el vestido del río bajaba teñido
de un azul oscuro, con pliegues de olas suaves; yo me sentía también azul, como
ese azul de los ingleses que habla de tristeza, pero esa tristeza que viene de
dentro, con un sabor dulce, con la añoranza de lo que una vez existió pero se
escapó de nuestros dedos y que también guarda en su oscura tonalidad una pizca
de esperanza, y en aquel paisaje mágico adiviné una sombra escurridiza bajo el
lanzón, atrapada por los tirantes del puente y sin creer que fuera ella, pero
deseándolo, corrí a cruzar la pasarela solitaria —esta comenzó a temblar bajo
mis pisadas—, la figura permaneció parada, esperándome en el centro, y, tras la
rayuela de cristales sucios —sin números, sin piedra, atiborrados de grafitis— se encontraron nuestros
labios, diluidos en la galaxia de la ciudad recién encendida.
lunes, 7 de abril de 2014
III MARATÓN DE CUENTOS CEIP SAN JOSÉ DE CALASANZ DE ZARAGOZA
El miércoles 26 de marzo fue el
gran día de los cuentos: se celebraba el III Maratón de Cuentos del Colegio
Público San José de Calasanz. Por segundo año repito en este evento (y es que
esto crea adicción); me invitó una de las profesoras, Arancha, y yo, por
supuesto, encantada de volver por allí. Allí estábamos contando cuentos padres
y familiares de alumnos, escritores, libreros, ilustradores, periodistas,
cantantes… Durante todo el día, cada media hora, y en cuatro espacios distintos
del colegio, los chicos escuchaban y disfrutaban de historias de risa, de
miedo, en inglés, musicales… Una verdadera fiesta de los cuentos. Estos fuimos
los participantes cuentacuentos: Sandra Araguás, Blanca Bk, Santiago Blasco,
Sara Buera, Maria Pilar Teresa Callizo, Joaquin Carbonell, Cristina Cardenal,
Juanma Cardenal, Antón Castro, Susana Colell, Agnes Daroca, Eva Gambaro, Dani
García-Nieto, José Ángel Gasca, Carmen González, David Guirao, Albano
Hernández, Javi Hernandez, Pilar Hernandis, Chus Juste, Purificacion Menaya,
Eduardo Miranda, Mª Jesús Naya, Daniel Nesquens, Elena Pardinilla, Adela Rubio
y Cristina Verbena.
Impresionante la labor de
organización de toda la comunidad escolar, allí todos andaban involucrados,
desde la directora y los profesores, hasta los padres. Me recibió la directora,
Marisa, que andaba coordinando todo de aquí para allá y uno de los padres del
cole, Antonio Ansón, que era el encargado de la filmación y con el que te
sientes como en casa, como si fuéramos amigos de toda la vida. Como llegué
antes de mi hora de contar, me colé en la lectura bilingüe de una historia de
miedo, inglés-español, contada a la luz de las velas, por un padre y una
hermana de un alumno del cole, una historia de truculenta de verdad…
Por mi parte empecé contando un par
de cuentos a los chicos de 5º de primaria, primero, El unicornio de la tía Ada, con
ilustraciones proyectadas del ilustrador Juan Luis López Anaya, con el que colaboro en el blog
Cuentos
de animales para niños informales.
Como aún quedaba tiempo, seguí con un
cuento de un niño y un ogro:
¡¡¡Que me comeeee!!!
Texto: Puri Menaya Moreno
Ilustración: Pedro Rovira Menaya
Nada más poner el título del cuento
se agita como una bandera la mano de una niña, ansiosa por preguntar:
—¿El ilustrador es alguien de tu
familia?
—Sí, eso es lo que os iba a contar,
que el dibujo de este cuento lo hizo mi hijo.
Después de contar la historia de
ese ogro que quiere comerse a un niño, algunos chicos se acercaron y uno de
ellos me comentó:
—Dile a tu hijo que me ha gustado
mucho su dibujo.
—Parece una hamburguesa que se va a
comer a alguien —añadió una niña—, una hamburguesa que está harta de que se la
coman y tiene mucha hambre.
Y acertó de pleno, porque este es
un dibujo que dibujó hace años mi hijo, que era su hamburguesa-monstruo.
Mi amiga Sara, una de las alumnas,
me hizo un regalo precioso, una plumita de arrendajo con sus preciosos colores azules y marrones y un
pajarito que ella había pintado y que tenía la cola de los mismos colores que
la pluma. Me hizo mucha ilusión este regalo pequeñito y tan bonito, tan lleno
de cariño. La pluma es auténtica y lo guardo todo en una cajita.
Luego llegaron los chicos de 2º de
primaria, a los que además del cuento del unicornio, les recité la poesía de La princesa obesa, que les hizo reír con todas aquellas comilonas que se
zampaba. Este dibujo también es de mi hijo:
Las fotos de este reportaje las
hizo una madre del colegio, Marisol Hernando, que con su cámara no se perdía
detalle. Si queréis ver el montaje fotográfico completo podéis pasar por el
blog del cole aquí.
Y mirad que maravillosa butaca para
leer tienen en la biblioteca del colegio San José de Calasanz, seguro que
vosotros también oís como os está llamando: “sentaos en mi regazo y venid a
leer y a soñar cuentos”.
Por último, podéis ver el video que filmó Antonio Ansón García y que ha montado Victor Latre.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acababo!
¡Y cuentico contao, por la chimenea se ha escapao...!
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