Marta tenía una caja llena de palabras. Por fuera tenía letras, mayúsculas y minúsculas. Cuando levantaba su tapa, dentro no se veía nada, solo aire. El aire soplaba de dentro a afuera y en cada bocanada una palabra se hinchaba.
Había palabras hermosas como rosa o amapola o bienvenido.
Había palabras divertidas como
traviesa, birlibirloque, tararí, chuli o chin-chín.
Había palabras de miedo como
pánico, trueno, tenebroso, tumba…
Había palabras grandes como montañas:
rascacielos, paralelogramo, espantapájaros..
Había palabras pequeñas como pulgas
té, ay, tu
Había palabras, fuertes y poderosas, que podían con todo:
superhéroe, gigante, valeroso
Había palabras mágicas, que conseguían tus deseos:
¡Abracadabra!
Había palabras elegantes:
estilográfica, limusina
Era como un mundo con hombres grandes y pequeños, guapos y feos, gordos y delgados…
Palabras para todos los gustos, de todos los colores, de todos los sabores o que producían sinsabores.
Marta estaba contenta porque creía tener en su caja todas las palabras.
Marta sacaba sus palabras cuando las necesitaba y luego las volvía a recoger en su caja. Allí dormían y esperaban que volviera a llamarlas.
Pero un día perdió una palabra, una sola palabra, pero una palabra muy importante.
La palabra salió y echó a correr, en busca de algo, de alguien, de no se qué.
Marta comenzó a buscar su palabra muy preocupada.
Amor se había ido. A buscar amores, a encontrar amantes, a enamorar, a amar sin barreras ni impedimentos.
Marta preguntaba a la gente:
- ¿Habéis visto a Amor?
Y le contestaban:
- El amor no se ve, se siente en el corazón.
Y otros decían:
- Has perdido a tu amor… Pobrecita, llora, llora sobre mi hombro.
O:
- Amor que se va, suspiro que viene.
Y Marta lloraba, sí, pero Amor no volvía.
Marta pensó que tenía que haber alguna palabra que hiciera volver a Amor.
Abrió su caja de palabras y comenzó a rebuscar. Sacó a:
amante, mamá, princesa...
En el fondo encontró a Beso que se escondía para que Marta no lo pudiera sacar.
Pero Marta sacó a Beso de la caja y lo hizo flotar en el aire:
... B
E
S
O ....
Beso quería esconderse de nuevo en la caja. No quería que Amor le viese.
Beso había discutido con Amor y por eso Amor se había marchado. Como Marta había cerrado la caja y no podía volver a ella, Beso decidió esconderse entre las nubes.
Así fue como Marta perdió a Amor y también a Beso.
Amor oyó a Beso que protestaba pues quería volver a la caja de las palabras. Si Amor estaba ahí fuera, él prefería volver a la caja. Amor se acercó a Beso de puntillas, sin hacer ruido. Pero Beso lo sintió y se encaró a él.
- ¡No quiero volver a verte!
- ¿Por qué dices eso? Ven con Amor, Beso mío - le dijo Amor. - Te necesito.
- No, no y no, le contestó Beso – Me necesitas para tus conquistas... Quiero ser libre, para ir donde me plazca.
- Pero a quién vas a dar más besos que a Amor. Debes venir conmigo. El Beso debe vivir con Amor.
- ¿Y quién ha dicho eso, sabihondo?
- Amor lo dice.
- ¿Y Beso, no tiene nada que decir?
Y Amor y Beso comenzaron a discutir. Y Amor se parecía cada vez más a Odio y Beso, a Escupitajo.
Marta escuchó a Amor y a Beso. Amor y Beso tenían muchas palabras horribles que decirse. “Egoísta, Miserable, Imbécil, Embustero... Cada vez que Amor y Beso abrían la boca, más palabras feas había fuera de la caja de Marta. Y las palabras, aunque eran palabras que venían de Amor y de Beso, en vez de unirlos, los separaban cada vez más. Hasta que hubo un mar de palabras entre Amor y Beso. Y Marta flotaba en aquel mar revuelto por la tormenta, mareada.
- ¡Callad un poco! - gritó Marta, desesperada. - No me extraña que Beso no quiera volver a verte, Amor. Y Beso, tampoco me extraña que Amor saliera de mi caja para huir de ti, con esas palabras despreciables que os dedicáis.
Y Marta continuó:
- Algún día os daréis cuenta de que no puede haber Amor sin Beso, ni Beso sin Amor. Solo juntos tenéis un porvenir dichoso. Un beso en el aire, libre y sin destinatario es el sonido triste de una canción que no va a ser escuchada por nadie. Un amor en el aire, solo e infeliz, no tiene donde asirse, se escapa con el viento. Pero cuando Amor y Beso vuelan juntos por el cielo, los pájaros trinan a su paso, las campanas suenan con alegría, un olor a primavera se extiende en pleno invierno, calentando el aliento de la nieve...
Amor se quedó mudo. Beso, también. Marta tenía razón: había que dejar hablar a sus sentimientos, que no tenían ni necesitaban palabras.
Marta recogió las palabras de nuevo en la caja. Las palabras feas, las palabras sucias, las barrió con la escoba al recogedor. Las palabras hermosas, las que ella había pronunciado, las envolvió en su pañuelo de seda y las guardó también en la caja. Todas, menos Beso y Amor volvieron a su hogar de letras.
Beso se puso colorado como un tomate. Estaba avergonzado por todo lo que había dicho a Amor.
Amor bajo la cabeza, ¿cómo había podido ser tan despreciable?
Beso envolvió a Amor con sus labios carnosos y Amor le correspondió con sus brazos cálidos y amorosos.
Así, uno dentro del otro, volvieron juntos a la caja de Marta. Y desde entonces están juntos y cuando salen de la caja, Amor da besos a Beso y Beso da amor a Amor.
* * * * *
Este es un cuentito antiguo que encontré por ahí perdido y del que ya casi no me acordaba...