Mi única salvación es coger el
coche, encender la radio para no pensar y escapar de estas calles vacías, que
tiemblan fundidas bajo el sol: tu espejismo en cada esquina me ablanda el
cerebro. En la carretera, una chica hace autostop, paro y le digo: “Voy a la
playa”. Asiente con un jovial gracias; sube y arranco. Suena esa canción que
tanto odiabas, ella la tararea. Cuento un chiste malo y ella se ríe, fuerte,
muy fuerte, y yo subo el volumen de la radio, porque todas las risas suenan a
ti y me entran ganas de llorar.