Llegué a casa con el impermeable mojado y el alma seca. Demasiados sentimientos se atravesaban en mi garganta. Miré por la ventana. La lluvia continuaba, veía el agua en el aura de las farolas. Una gota de lluvia, en el cristal de la ventana, cayó deprisa, atrapando en su camino más gotas para convertirse en un arroyo rápido que alcanzaba el borde de la ventana. Otra gota y lo mismo, más arroyos tristes corriendo en mi ventana. A veces no basta con que la lluvia caiga sobre nosotros para empaparnos de tristeza, a veces hay que ver la lluvia llorando en la ventana y es entonces, bajo el techo cubierto, cuando atraviesa el corazón con sus manos húmedas. Lloré, por fin. Mi impermeable ya estaba seco, pero ahora tenía el alma mojada.
domingo, 30 de enero de 2011
Cuando la lluvia llora
Llegué a casa con el impermeable mojado y el alma seca. Demasiados sentimientos se atravesaban en mi garganta. Miré por la ventana. La lluvia continuaba, veía el agua en el aura de las farolas. Una gota de lluvia, en el cristal de la ventana, cayó deprisa, atrapando en su camino más gotas para convertirse en un arroyo rápido que alcanzaba el borde de la ventana. Otra gota y lo mismo, más arroyos tristes corriendo en mi ventana. A veces no basta con que la lluvia caiga sobre nosotros para empaparnos de tristeza, a veces hay que ver la lluvia llorando en la ventana y es entonces, bajo el techo cubierto, cuando atraviesa el corazón con sus manos húmedas. Lloré, por fin. Mi impermeable ya estaba seco, pero ahora tenía el alma mojada.
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5 comentarios:
Precioso. Me ha gustado mucho eso de que "a veces no basta que la lluvia caiga sobre nosotros para mojarnos". Saludillos
Precios, Puri. Final perfecto.
Un beso
Gracias Puck, Torcuato. Me alegro de que os haya gustado. Besos
Y que difícil es encontrar un paraguas que nos proteja de esa tristeza que a veces nos empapa por dentro. Puri, un relato muy bello
Javier, lo mejor es llorar un rato para secarse la pena... Besos
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