De niña adoraba los animales. Pero mi madre no me dejaba tener uno en casa. Un día, abandonaron en el colegio cuatro gatitos en una caja de cartón. Me llevé uno de ellos a casa, era atigrado. Cuando mi madre llegó, me encontró sentada en un sillón acariciando el gatito en mi regazo. Siempre dice que le miré con unos ojos, que no pudo decir que no. El gatito se quedó en casa. Esa fue mi batalla ganada.
Al cabo de una semana, mi hermana le encontró un bonito corral en un pueblo donde vivir. Y el gatito se tuvo que marchar. Esa fue mi batalla perdida. Pero siempre que acaricio un gato, olvido la derrota y vuelvo a sentir el dulce sabor de aquella victoria.
6 comentarios:
Me encanta!!! ^^
Qué lindo, me hiciste recordar los tiempos de la infancia en que deseaba con todas mis fuerzas tener un animlalito a quien cuidar, Bello relato :)
que bonito!!
gracias por pasarte por mi blog :D
saludos
Precios relato Puri. Cuántas batallas ganamos y perdemos en la vida ¿verdad?.
Un abrazo y felicidades por esa forma de contar las cosas.
Llevo algún tiempo siguiendo tu blog. Me encantan la sencillez y lo buen contadas que están tus pequeñas historias.
Saludos
Gracias Blanca.
Artista, sí, todos deseamos tener un animalillo, me alegro de que te recirdara tu infancia.
Gracias Maria Luisa, me gustaría visitarte más a menudo.
Towanda, hay que ganar pero hay que saber perder y sacar de esas batallas perdidas fuerza y experiencia para las siguientes.
Arturo, ven por aquí y déjame tus saludos como hoy para saber que estás ahí.
Besos a todos
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