jueves, 24 de marzo de 2011

Playa con leones



Foto de Pedro Rovira Tolosana


Estoy en una playa con una fuente en la orilla. Sé que algunas veces a esta playa se acercan leones, ya nos ha pasado en una ocasión. Me encuentro en la fuente bebiendo agua, cuando aparece el león. Ruge. Me quedo paralizada. Siempre aconsejan que ante un animal salvaje uno no debe moverse. Su rugido es lo único que se oye en el silencio. No es un rugido fuerte ni amenazador, pero se acerca como avisando: "estoy aquí". Viene hacia mí, hacia la fuente. Sin duda estoy en su territorio. Pienso que lo mejor será apartarme de allí, para no molestarle, no puedo quedarme esperando a quedarme frente a frente. Así que, sin levantarme, a gatas, y muy lentamente, me voy alejando de la fuente hacia el borde de la playa, con la cabeza gacha, sin mirarlo, para que vea que no hay enfrentamiento. Consigo llegar hasta el final de la playa y permanezco allí sin moverme, de bruces en la arena, la melena cubriéndome el rostro, temiendo que salte sobre mí. Por mi cabeza pasan imágenes de cómo será morir sufriendo los zarpazos del león, el mordisco de sus afilados caninos. No me atrevo a mirar dónde se encuentra. Entretanto, el león llega a la fuente y bebe. De reojo, lo veo, sin apenas levantar la cabeza de la arena.

Después me meto en la espesura, avanzo entre los árboles y la alta vegetación. Llego a las casas de madera de la orilla de la playa y me introduzco en una de ellas. Por la ventana, veo la cabeza de un caballo. Se oye el sonido de los cascos de los caballos en las tablas de madera del porche. No me atrevo a salir. Son caballos salvajes. Acabo de escapar de un león y me asustan unos simples caballos.

Me pregunto si el león ha podido seguirme y puede entrar aquí. Miro a mi alrededor buscando dónde esconderme en esta casa si viene tras de mí. En estas habitaciones en penumbra puedo ir jugando al escondite con él, cuando el león entre en una habitación yo puedo cambiarme a otra.

Pero el león afortunadamente no viene. Fuera de la casa sólo hay caballos. Me gustan los caballos. Recorro la casa. Está en penumbra. En una penumbra cortada solo por los rayos de sol que atraviesan los agujeros de las persianas.

En el salón encuentro al dueño de la casa. Está en el sofá y tiene aspecto de acabar de despertar. Me disculpo diciéndole que he entrado en su casa debido a que huía de un león.

- Sí – me contesta con tranquilidad -, en esta playa son habituales los leones, suelen acercarse a beber a la fuente. Me gusta contemplarlos desde el porche, a veces se bañan en el mar y parecen jugar con las olas.

La estampa de unos leones jugando con las olas me parece muy idílica, pero después de huír con éxito de uno de ellos, no me siento tan valiente como para exponerme de nuevo en el porche ante ellos.

- ¿Quiere tomar un té? – me ofrece el dueño de la casa –. Agradeceré su compañía, el día se hace muy largo cuando uno está solo, en esta casa siempre está oscuro por eso me quedo siempre dormido...

Acepto su invitación, me siento en un sofá rodeada de cojines estampados con flores, mientras él pone a hervir el agua para el té. Miro hacia el gran ventanal, es por la tarde, faltan varias horas para el atardecer y sin embargo es cierto, en esta casa apenas entra luz, está todo en una penumbra marrón, llena de tristeza y eso me extraña, ¿cómo es posible que con esos ventanales, al lado de la playa, no haya luz en esta casa? Es una casa fantasma, de oscuridad y tinieblas. Una casa que se traga la luz, por los ojos y por la boca, pero sin dejar que entre dentro de sí. No me extraña que su dueño se pase el día durmiendo, en un duermevela soñador en el que los leones bailan en el mar.

Charlamos apaciblemente mientras saboreamos ese delicioso té oscuro y aromático. El tiempo pasa sin darnos cuenta. Al atardecer, oímos un gran bullicio afuera. Salimos al porche, contemplamos la playa. Ahora hay mucha gente, parece que hay una fiesta, la gente baila, hay luces de colores, los leones ya no se atreven a acercarse.

- No volveré nunca a esta playa de los leones – le digo -. Cuando hay leones es peligrosa, pero cuando hay gente es insoportable.

El hombre está completamente de acuerdo conmigo.

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