Imagen de Brendon Burton |
Los martes y los
jueves suena una sonata de olvido y flores marchitas, que hace crujir las
paredes del salón como si a la casa le dolieran los huesos. El piano está
desafinado y su voz es tan vieja como la de doña Alba, que se encoge cada día
un poco más bajo el peso de sus años. Doña Alba se recuesta en el sofá y percibe
el cosquilleo de las notas en sus dedos, que jamás volvieron a tocar una tecla.
Los martes y los jueves, después de la clase de piano, ofrecía a su profesor
una taza de chocolate y bizcocho casero. Todo empezó así, piano, chocolate y
bizcocho, y un sofá donde sus cuerpos acababan cada vez más juntos. Los martes
y los jueves ve otra vez sus manos, recorriendo el teclado y las siente
cogiendo las suyas y acariciando su pecho. Pero qué frías están ahora esas
manos y qué triste la marcha fúnebre que muerde su corazón abandonado.
* * *
Para el último viernes creativo de el bic naranja.
3 comentarios:
Un relato muy poético y amargo.
Gracias Miguel Angel, el piano nos pone nostálgicos. Un abrazo
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