El
puñetero ojo de la cerradura se ha atascado; algo ahí dentro impide girar la
llave. Inquieto, recorre el cuarto vacío, cinco pasos por otros cinco de largo.
Se sienta en el suelo. No sabe qué hacer con las manos, prueba otra vez con la
llave, se desespera y gime, pero bajito. Si grita, vendrán a hacerle callar.
Coge la dinamita y su boca esboza la sonrisa del gato de Cheshire. La enciende
junto a la puerta y se acurruca en un rincón con las orejas tapadas. Las
paredes acolchadas de la habitación se desmoronan, pero para su desconcierto,
la maldita puerta sigue en pie.
***
Para el concurso REC
2 comentarios:
Me gusta todo lo que esconde.
Gracias Miguel Ángel, esconder y mostrar, las palabras llevan a los lectores a
lugares escondidos.
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