En la isla no
había Viernes, ni siquiera viernes, el tedio de los días iguales unos a otros
me abrasaba en la playa, sin otro quehacer que la contemplación de aquella
marina infinitamente hermosa. Si al menos hubiera tenido alguno de los libros
que citaba cuando los periodistas me preguntaban: “¿Qué se llevaría a una isla
desierta?”. Miento, jamás me preguntaron eso; en realidad, cuando en la
televisión entrevistaban a otro, me imaginaba a mí mismo enumerando mis autores
preferidos. Después del naufragio, mi único entretenimiento consistía en
escribir sobre la arena versos que las olas lamían con avidez. Tras aquella
golosina, su espuma se tornaba liviana, sedosa, más burbujeante. Y como
recompensa, las olas retrocedían, se enrollaban sobre sí mismas para arañar el
fondo de mar, tomaban impulso desplegándose hacia arriba, hacia la orilla, y
una espiral de peces llovía a mis pies. Todas las tardes. Era la primera vez en
mi vida que recibía un sueldo por escribir.
No escarmentaré
nunca. Mis sueños nunca se cumplen. Hace tres noches, arrojé una botella al
mar. En ella había soplado unas palabras de auxilio: “Por favor, no vengan a rescatarme”.
5 comentarios:
Qué bonito, Puri, no sé si probar... mira que aquí los peces están casi en la orilla.
Besos
Ana, Seguro que con tus versos y tus micros, funciona, qué más quisieran las olas que probarlos!!!
Besos de chocolate
Me encantaron esas olas ávidas de palabras Puri.
Besos.
Un sueldo por escribir.... qué bonito me ha resultado eso.
Pasas de "una parente tristeza o soledad" a "una existencia plena y feliz".
Qué bien. Y qué transición más suave haces entre dos mundos tan opuestos
Gracias Miguel, estas olas son unas poetas también.
Luisa, sí que nos gustaría eso, un sueldo por escribir, ¿eh? ;)
el micro va de la soledad a la felicidad, como tú dices, pero el final no pretendía ser feliz. Quizá debería haberle puesto de título "El rescate", lo cambié y no sé yo si el destino del naúfrago queda claro...
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