Dibujo de mi hijo Pedro |
Una mano amiga
le empuja fuera de la nave: ha llegado el momento. Posa su bota en la arena.
Recuerda emocionado las famosas palabras: “Un pequeño paso para el hombre, un
gran salto para la humanidad”. Aunque no es el primero, para él es su primera
vez y se siente desbordado. El polvo lunar acaricia sus botas blancas. Con la
radio desconectada, el silencio le sobrecoge. Da otro paso y queda suspendido
en el aire, se impulsa de nuevo en la superficie y dibuja una cabriola.
Mariposea sobre la superficie lunar.
Alucinado,
divisa a lo lejos un mar. Pero no el Mar de la Tranquilidad, sino un auténtico mar
acuoso. Se acerca a la orilla. Jamás había visto olas tan enormes.
De repente, una
extraña criatura de un solo ojo emerge de las aguas, horror biológico
desmesurado. Afortunadamente, lleva el arpón estelar. Se lo lanza con puntería
certera al ojo. Le nace otro globo ocular a los tres segundos.
En plena lucha,
una voz grita que es la hora de comer.
Entre
protestas, la manita conocida lo sumerge para limpiarlo de arena y lo guarda en
la bolsa de playa.
La marea borrará
las huellas del decimotercer hombre que pisó la luna.
* * *
Este fue mi soplo en el Vendaval de Microrrelatos 2013, podéis leerlo allí aquí y leed también todos los soplos que revolucionaron la tarde del domingo pasado (en Zaragoza fue más que un vendaval, ha seguido soplando hasta hoy, que parece que ya se ha calmado).
2 comentarios:
¡Que visual te ha quedado la entrada! por un momento he sido ese hombre lunar, he sentido el miedo de la lucha con el bicho y de repente ¡zas! la cruda realidad que nos corta la inspiración.
besos lunares.
Gracias Gloria, desde la luna. Me gustó hacerte sentir en la luna. Besos
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