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—Las pastillas para dormir
devoran mis sueños todas las noches —le digo a mi psiquiatra—. Son como una tenia
que agusana mi cerebro, que me deja vacío y hambriento.
—Debe tomarlas —contesta él—,
debemos protegerle de sus sueños, de esa ansiedad suicida que le generan.
—Quizá con un caza sueños-sobre
mi cama, donde se enreden mis pesadillas… —le sugiero al doctor, sin esperanza.
Él niega con la cabeza y escribe en mi ficha el nuevo tratamiento. Solo cree en
la química de las pastillas, que me condena cada noche al vacío de un amanecer
negro, embotado, sin recuerdos del reino de la noche. Sin que nadie me vea,
arrojo los somníferos a la taza del váter. Necesito mis sueños para seguir
viviendo, aunque sean ellos los que me lleven a la muerte.
4 comentarios:
Muy bueno Puri.
¿Quién quiere (puede) vivir sin sueños?
Un abrazo.
Qué sería de nosotros sin los sueños, aunque no hayas vivido una experiencia, si la has soñado, es como si la hubieras vivido, desde mi punto de vista...la vives tan adentro.
Cuando tienes una pesadilla, de esas que te preocupa, te suena el despertador y uf........."sólo era un sueño", qué bonita sensación!
A veces los médicos confian demasiado en los fármacos y hay personas que son leales a sus sueños, sean como sean.
Besicos muchos.
Miguel, no podemos olvidar los sueños ni dejarlos a un lado, son fundamentales.
Lente, los sueños se viven, son tan reales como nuestra vida y su absurdo nos arrastra como si fuera algo natural.
Casa Encendida, tienes razón, los fármacos no lo pueden todo y los médicos no lo entienden.
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