Miss Leica era
luminosa, observadora, no se perdía un detalle. Tenía un ojo que lo registraba
todo con una nitidez deslumbrante. Rápida y astuta en la caza, volaba ligera a
la captura del instante perfecto. Transformaba cuanto veía con su mirada
alegre, y su risa era una lente cromática que teñía de color de rosa la vida de
los que la rodeaban.
Miss Leica fue a vivir al barrio de Mr Panasonic.
Mr Panasonic tenía
un cuerpo sólido y atlético, una mentalidad técnica y precisa; lo medía todo: la
temperatura exterior e interior, la intensidad de la luz, la velocidad de las
nubes, los decibelios del canto de los pájaros… Estudiaba hasta el crecimiento
milimétrico de la más mínima brizna de hierba de su jardín. Mr. Panasonic
aspiraba, en todas sus actividades, a la perfección más absoluta, con su
pensamiento científico y exacto.
El corazón de Miss
Leica era grande y generoso, en el cabían los pájaros y las mariposas, la luz
del sol y la de la luna y las nubes de tormenta; era un corazón nervioso en el
que borboteaban los sentimientos, la desbordaban como en una fuente. Miss Leica
además, no podía parar un momento,
siempre correteando de aquí para allá y de allá para acá… A Mr. Panasonic le
parecía una abubilla inquieta y pizpireta, que revoloteaba por el barrio sin
descanso.
Mr Panasonic trató
de analizar, como siempre que aparecía un nuevo elemento en su vida, el
comportamiento de Miss Leica. Estudió los pasos de Miss Leica desde el jardín a
la puerta de su casa, de su casa al supermercado, del supermercado a casa,
intentó encontrar la rutina de su comportamiento, pero era tal la locura y la
arbitrariedad de los itinerarios de Miss Leica que lo desconcertaban. Unos días
iba a la parada de autobús (y no montaba en él) y después al mercado. Otros
días iba primero al parque y después al mercado, pero un domingo se acercó
primero al mercado (que estaba cerrado) y después al autobús… ¿Qué sentido
tenía todo eso? Se preguntaba Mr. Panasonic sin comprender las leyes de
funcionamiento de Miss Leica. Pero lo que de verdad volvía loco a Mr. Panasonic
era que al pasar junto a su jardín Miss Leica le guiñaba un ojo… Mr. Panasonic
entonces se calaba la gorra, como si lo hubieran pillado en falta y se ponía
colorado.
Lo que no sabía Mr.
Panasonic era que cada vez que Miss Leica guiñaba el ojo, hacía una foto. Y
tenía un álbum lleno de los retratos de Mr Panasonic, a cual más sonrosadote…
Una tarde, Miss
Leica decidió invitar a su vecino a tomar café. Mr Panasonic se tomó una taza
de cien mililitros medidos con una probeta, con diez gotas de leche, contadas
con cuentagotas y aderezada con dos cucharaditas perfectamente rasas de azúcar,
y, a falta de balanza, calculó comerse una pasta y media, lo que constituía una
suma total de, aproximadamente, 375 calorías. Miss Leica observaba divertida
las mediciones de Mr. Panasonic. Por fin se decidió a enseñarle el álbum con
las fotos que le había hecho.
Mr. Panasonic fue
pasando las páginas del álbum y se fue poniendo más y más colorado, pero no
pudo dejar de pasar todas las fotos. Cuando llegó al final del álbum exclamó:
—Dios mío, treinta
y una fotos, tantas como días hace que vive usted en la casa de al lado… ¿Por
qué ha hecho usted esto?
Entonces la que se
puso colorada fue Miss Leica, y bajó los ojos, pero en seguida volvió a mirarle
y le guiñó una vez más el ojo con picardía:
—Quizá porque me
gusta vivir en la casa de al lado…
Mr. Panasonic casi
se atragantó con la pasta que se estaba comiendo. A él también le gustaba
tenerla en la casa de al lado, pero no se atrevía a decírselo. Pero además,
estaba el asunto de aquellas fotos.
—Sabe, Miss Leica… —comenzó—.
Estas fotos son maravillosas. Tienen una nitidez y una luminosidad que jamás
había visto. Y los colores… bueno el rojo, quizá un poco exagerado… Aunque podría
mejorarse la exposición de la luz, pero eso yo podría corregirlo fácilmente, si
no le importa. Pero usted, usted es extraordinaria, sabe, es usted una lente perfecta.
—Volverá a
sonrojarme, Mr. Panasonic —respondió abrumada Miss Leica. Aprovechó ella
también para colmarle de elogios: —Y usted es un experto en la más alta
tecnología, su minuciosidad es fuera de lo común. Estoy segura de que usted y
yo, juntos, haríamos las mejores fotos del mundo.
—Pues… tiene usted
razón, Miss Leica, cuando la mejor lente y la tecnología más avanzada se unen…
tienen por delante un horizonte infinito.
Fue así como Miss
Leica y Mr. Panasonic comenzaron a trabajar conjuntamente. Se complementaban a
la perfección. El automatismo de Panasonic determinaba la sensibilidad ISO, medía
la luz adecuada, elegía la velocidad idónea, decidía la necesidad de utilizar o
no el flash. Mientras, el ojo de Leica adaptaba sus lentes cristalinas para registrar
la realidad con su nitidez exquisita. No hacían falta palabras, cada uno
actuaba como mejor sabía hacer y el resultado era una obra excelente. Además el
corazón de Miss Leica encajó con precisión en el de Mr. Panasonic, lo iluminó
con su inmensa alegría. A su vez, Mr. Panasonic ofreció a Miss Leica su
comedida seguridad y la acogió con esa ternura que guardaba para ocasiones y
personas especiales. Esa compenetración y ese amor conseguían que abrir un
álbum de fotos de Miss Leica y Mr. Panasonic fuera como abrir una ventana y
asomarse a paisajes reales, llenos de sentimientos.
* * *
Para Leica
¿continuará?
3 comentarios:
Me ha encantado!!! hasta se me cayó una lagrimilla al leerlo.
Es precioso micro, o cómo describes todo con ese detalle, en el que por otro lado se ve como entiendes de fotografía!
Se lo voy a enseñar a Panasonic porque seguro que le encanta!
Preciosa historia!
;) y ahora acabo de retratarte a ti!
Muy capturante relato de ésta antropomorfización de los objetos.
Leica sigue haciendo retratos como tu ya sabes ;) ;) ;)
Carlos, me alegro que te gustara mi pequeño homenaje a Leica y Panasonic, ellos son de carne y hueso.
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