Librería Shakespeare & Co, París |
Los secretos de los libros
Aquella tarde, al salir del cole,
entré en una tienda muy especial. Estaba llena de libros por todas partes. Las
estanterías llegaban hasta el techo, había montones de libros en mesas,
apilados, por aquí y por allá. Me sentí muy pequeñito al entrar allí, y casi
estuve a punto de marcharme, pero mamá me llevó hasta unos libros con portadas
de dibujos maravillosos. Oí que los libros me llamaban: ven, ven a vernos, por favor...
Me acerqué a ellos con sus
alegres portadas de colores. Y pasando sus páginas descubrí un divertido mundo de
animales y simpáticos monigotes. Me reía a carcajadas y mi risa despertó a un
viejo que dormitaba en un rincón. Se quedó mirándome encantado. Yo me acerqué a
otros libros sin dibujos, pero mi rostro perdió la sonrisa porque no los podía
entender.
El anciano se acercó a mí y me
preguntó:
—¿Quieres que te enseñe el
secreto de los libros?
—¿Los libros tienen secretos? —le
pregunté yo a mi vez a ese señor que se parecía a mi abuelo.
—Sí, cada libro guarda un secreto
y tú puedes descubrirlo al abrir sus páginas.
Tomó un libro muy gordo que me
asustó, porque no tenía apenas dibujos y la letra era muy pequeña.
—Pero yo no sé leer —repliqué.
—No importa, ven —contestó
dándome la mano—, yo te ayudaré.
Me sentó en sus rodillas, me
enseñó la portada del libro y comenzó:
—El primer secreto de un libro es
el título: mira, este se llama El armario
de los sueños, ¿qué te parece?
—Pienso en un armario mágico en
el que si entras, consigues tus sueños.
—Muy bien, chiquillo, pues este
libro es ese armario y cuando lo abras y entres en él, descubrirás los sueños
de un niño como tú.
Abrió el libro por el centro, y
continuó:
—El segundo secreto de un libro
es su olor. Cierra los ojos y lo descubrirás.
Yo cerré los ojos y aspiré con mi
naricilla respingona y me llegó un olor dulce, extraño, pero delicioso y
penetrante, no quería abrir los ojos, solo quería oler.
—Hay libros —siguió el anciano—
que huelen a nuevo y nos prometen futuro; hay libros que huelen a viejo y nos
traen los recuerdos del pasado, nos susurran las vivencias de aquellos que los
tuvieron en sus manos antes que nosotros...
Yo cogí sus manos y supe que
habían abierto muchos, muchos libros. Sus manos olían a libros nuevos y a libros viejos, y
deseaban abrir muchos más.
—El tercer secreto de los libros
son las palabras: ellas nos cuentan historias que vivimos en nuestro corazón.
—Pero ya te he dicho que no sé
leer palabras —protesté otra vez, con impaciencia.
—Dentro de poco tiempo aprenderás
en el colegio, pero mientras tanto, coge un libro, acércate a una persona mayor
y le pides con tu vocecita más tierna: por favor, leémelo... Nadie se puede
resistir a un niño que nos pide que le contemos un cuento.
Escuché las palabras del libro en
la profunda voz del abuelo:
—“Érase una vez un niño que se
escondió en un armario. Era un armario muy grande y muy alto, lleno de trajes
de señor” —, el abuelo apartó al mirada del libro y me dijo mirándome a los
ojos: —El cuarto secreto de un libro son los sentimientos. Las palabras de los
libros nos llegan al corazón con sus manos delicadas —. Y siguió leyendo: —“El niño estaba muy asustado, se había
escondido en ese armario para escapar de un hombre que quería matarlo”.
Yo sentí el miedo del niño, y
temblé, sentí la felicidad cuando cayó por el fondo del armario y se encontró
con el mundo de los sueños...
—El quinto secreto de un libro son
los dibujos, esos completan esta obra de arte, le dan una segunda vida.
El abuelo me enseñó una lámina
donde pude ver los ojos negros del niño, el mundo tras el armario, el color de
sus sueños.
—El sexto secreto de un libro es
la aventura —me confió el abuelo, y conforme siguió pasando las páginas de
aquel libro yo vi al niño que volaba en un dragón, vi al niño volar sin alas,
lo vi luchar contra malvados monstruos...
—El séptimo secreto de un libro
es este: —y al terminar el cuento me enseñó unas letras grandes en la última
página: FIN—. El fin lo cierra, lo
completa, el fin te invita además a seguir soñando.
Y descubrí a aquel niño que salía
del armario dispuesto a enfrentarse con valentía a ese hombre que lo había
asustado tanto al principio de la historia. Seguí soñando con ese mundo que
encontré dentro del armario durante un buen rato y luego sentí hambre de más
aventuras y le dije al abuelo:
—Pero yo no quiero que esta
historia termine...
—Tranquilo, nunca termina, porque
se queda en tu interior, y un libro siempre lo puedes abrir otra vez por el
principio y comenzar de nuevo. Y además aquí —y su mano recorrió los estantes
de la librería— te están esperando otros muchos libros que sentir y vivir.
Me levanté de las rodillas del
abuelo y le di un beso en la mejilla:
—Gracias por enseñarme los
secretos de los libros.
Después vi a mi madre, que estaba
ojeando otros libros en un mostrador. Me acerqué con un libro rojo que me había
gustado mucho y le dije:
—¿Me lo lees?
Mamá sonrió y me dijo:
—Claro, cielo.
Se dirigió al anciano de la
librería y añadiendo otro libro para ella del montón que había estado ojeando le
dijo:
—Nos llevamos estos dos, por
favor.
—El octavo secreto de los libros
es este —me dijo el anciano guiñándome un ojos al entregarme el paquete—: Un
libro siempre te lleva a leer otro libro…
Desde aquella tarde he visitado
esa librería muy a menudo para buscar sueños, para seguir desentrañando los
secretos de los libros. Y aunque ahora ese viejo librero ya no está allí, los
libros siempre me están esperando. Para que los abra, para que los huela, para
que los lea. Y otros jóvenes libreros, pero con el mismo brillo en la mirada
que aquel anciano, me enseñan nuevos libros, me abren nuevos sueños, me tienden
una mano para seguir descubriendo el mundo.
* * *
Hoy es el día de las librerías. He pasado muchos buenos ratos en esos espacios llenos de libros, ojeando y hojeando sus páginas, imaginando qué hay detrás de sus títulos sugerentes, relamiéndome con sus deliciosas portadas, disfrutando de sus ilustraciones, leyendo fragmentos de historias maravillosas... Hoy no te olvides de visitar una librería, esa que está cerca de tu casa, en tu barrio, y celebra con tu librero que aún existen los libros para seguir soñando.
Librería Lello & Irmao, Oporto. |
7 comentarios:
Fantástico homenaje, Puri.
Me he perdido en las librería de cada ciudad que he visitado. De hecho, colecciono fotos de librerías a las que visitar antes de morir (la publico de vez en cuando en el Facebook). Entro en ellas a acariciar los libros aunque no hable ni lea el idioma en el que están escritos.
He tenido la suerte de estar muchas veces en Lello y es impresionante, realmente impresionante. Lo único malo es la cantidad de turistas que sólo entran a ver el local.
Un abrazo y gracias por esta entrada.
Un relato mágico Puri, descubrir los libros y sumergirte en las librerías... creo que todos hemos sido ese niño y volvemos a él al entrar de nuevo en una librería, un beso
Pedro, he visto algunas de tus librerías, me gustaría visitarlas todas. Lello es la que me queda más cerca me parece y tengo ganas de verla.
Alejandra, las librerías tienen la magia de los libros y cada vez hay librerías más bonitas, con libreros que se esfuerzan por poner libros en nuestras manos.
Besos
Precioso Puri. Me encanta este homenaje a las librería para celebrar su día. Y también creo que hay que comenzar a amar los libros desde pequeños, desde antes de leer. Que te lean y quieras leer.
Un abrazo
Gracias Puck. Sí los libros hay que amarlos antes de aprender a leer.
Abrazos
Leyendo se me dibujaba una sonrisa porque tu texto me traía recuerdos de la infancia (ese olor de las librerías...) y porque hoy he regalado un libro a mi hija y lo ha leído tres veces seguidas, como si cada vez fuera distinta... que lo es.
Fer, me alegro de que te recordara tu infancia en las librerías. Espero que tu chica se lea el libro por lo menos otras tres veces más y otros muchos libros que irán cayendo.
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