Erase una vez un patito al que le gustaba patinar. Cuando llegaba el invierno, sus compañeros viajaban a países más cálidos. Por el contrario, él esperaba la nieve con ansiedad. El lago se helaba y podía deslizarse por el hielo a gran velocidad. En tierra andaba tan patosamente como todos los patos, pero sobre el hielo era un artista. En el lago helado hacía frío y era difícil encontrar algo de comer, sin embargo, el placer de patinar compensaba todos los inconvenientes. Le encantaba deslizarse sobre el lago, sentir el aire frío en su cara y en su cuerpo, y contemplar el paisaje blanco que le rodeaba, con sus abetos cargados de nieve.
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