Parece mentira que existan paisajes así junto a Zaragoza, donde todavía hay campos, flores y huertos, y vegetación salvaje de ribera que cierra el acceso al río. Sales del parque del agua tan ordenado y ralo, con sus arbolillos raquíticos y descubres la verdadera naturaleza, solo encajonada por los campos rurales cortados por las acequias, que tienen un aroma de otros tiempos. Por unos momentos uno se olvida del asfalto y solo piensa en pedalear y respirar, viendo el paisaje y admirando el río.
Un paseo en bici siguiendo el meandro de Ranillas, más arriba del recinto de la expo y del parque del agua, hasta el galacho de Juslibol. A un lado, el pueblo, con el murallón de los montes de yeso detrás, y sus campos cultivados por delante, un pueblo que nos parecía cercano al principio y que se fue alejando conforme seguimos la curvas del meandro; al otro lado el río, cargado de agua, con su mejana de cantos rodados, sus árboles poderosos, sus aguiluchos y cigüeñas.
Sol, río, chopos, álamos, campos verdes y flores, con un un par de piernas y una bicicleta se puede llegar muy lejos cerca de casa.
Había que aprovechar el único día de semana Santa de auténtica primavera con las bicicletas. Esto fue el jueves pasado. Ya sabéis, el viernes y el sábado tuvimos agua y agua y más agua...
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