Estaba escribiendo en mi estudio. En el silencio de la noche, oí que alguien golpeaba en el cristal de la ventana y me volví. Una criatura diminuta y luminosa, golpeaba con sus nudillos el cristal. Era un gnomo o algo parecido, con un gorrito verde del que colgaba un pompón blanco, traje y calzas también verdes y botines marrones.
- ¡Ábreme! - le oía gritar con su vocecilla.
Abrí la ventana y saltó al interior, aterrizó sobre la mesa donde estaba trabajando. El ordenador estaba encendido. Miró la pantalla y preguntó:
- ¿Estás escribiendo una historia?
Asentí, le dije que me gustaba escribir.
- ¿Has escrito alguna vez un cuento para niños?
Le contesté que sí, que muchas veces escribía para niños.
- ¿Y has escrito alguna vez un niño para un cuento?
Volví a contestarle que sí, todos los escritores creamos con palabras niños que son personajes de nuestros cuentos.
- No, no me refiero a eso –replicó -. Quiero decir escribir un niño. Un niño de carne y hueso, y meterlo en un libro y que jamás pueda salir de allí.
Entonces pensé que eso es lo que había pensado hacer alguna vez con mis hijos. Cuando los observo jugando entre ellos, con sus muñequitos, inventando mundos fantásticos e historias disparatadas, si pudiera atraparlos en ese instante y meterlos en un libro, sería el cuento perfecto. El que cualquier niño desearía leer, porque los protagonistas serían niños auténticos que juegan a lo que los niños de verdad juegan, no a lo que inventamos los adultos. Pero solo había una cosa que no me gustaba:
- Me encantaría hacerlo, pero yo no querría encerrar al niño en un libro, sin que pudiera salir. Sin que pudiera vivir su vida de verdad.
- Conozco a una bruja que lo hizo. El niño gritaba y gritaba y quería salir, pero ella pronunció un conjuro y se quedó allí dentro, para siempre.
-¿Y donde está ese niño ahora?
- Sigue dentro de ese libro, claro. Tiene ciento noventa y cinco años pero continúa siendo un niño. Sin embargo la bruja que lo encerró se murió. Y ya nadie puede romper ese conjuro.
- ¿No hay ninguna manera de liberar a ese niño? ¿Ni siquiera leyendo el libro?
- El que lee el libro vive su historia, pero para sacarlo hace falta magia. Necesita que alguien le cree una historia nueva. Por eso he venido a pedirte ayuda.
- ¿Quieres decir que si yo escribiera un libro donde él saliera del cuento a la realidad y se hiciera un hombre, conseguiría sacarlo de su libro?
- Yo creo que eso es lo que está esperando.
- Pero si le creo una historia, volveré a encerrarlo en otro libro.
- Solo necesita el principio de una historia que le permita salir de allí. Después debes dejarlo solo, para que viva su propia vida.
- ¿Y dónde está ese libro? Primero tendré que leerlo.
- En la biblioteca de la ciudad lo encontrarás. Solo hay un ejemplar de ese libro, se titula "Un niño de verdad".
Me comprometí a leer ese libro y a echarle una mano a su protagonista para salir de él. Tengo ese libro ahora en mis manos. Ya solo me queda imaginar como será la vida de un niño que se ha pasado más de ciento noventa años entre las páginas de un libro, jugando y pasando aventuras y que de repente aterriza en nuestro mundo. Solo tengo que darle un empujoncito para que entre en un orfanato, le busquen unos padres adoptivos, vaya al colegio, allí conocerá a otros niños, unos buenos con los que pasará sus mejores ratos y otros odiosos que le harán sufrir, y también tendrá que hacer deberes y podrá leer, jugar al fútbol (aunque no le guste el fútbol), y crecerá y amará y odiará y trabajará… ¿Llegará un momento en que ese niño sienta nostalgia y quiera volver a su libro y no desee volver a salir de él? Quizás, pero para entonces el niño ya no será un niño y su libro sólo existirá en su recuerdo. Jamás podrá volver a ser "Un niño de verdad".
- ¡Ábreme! - le oía gritar con su vocecilla.
Abrí la ventana y saltó al interior, aterrizó sobre la mesa donde estaba trabajando. El ordenador estaba encendido. Miró la pantalla y preguntó:
- ¿Estás escribiendo una historia?
Asentí, le dije que me gustaba escribir.
- ¿Has escrito alguna vez un cuento para niños?
Le contesté que sí, que muchas veces escribía para niños.
- ¿Y has escrito alguna vez un niño para un cuento?
Volví a contestarle que sí, todos los escritores creamos con palabras niños que son personajes de nuestros cuentos.
- No, no me refiero a eso –replicó -. Quiero decir escribir un niño. Un niño de carne y hueso, y meterlo en un libro y que jamás pueda salir de allí.
Entonces pensé que eso es lo que había pensado hacer alguna vez con mis hijos. Cuando los observo jugando entre ellos, con sus muñequitos, inventando mundos fantásticos e historias disparatadas, si pudiera atraparlos en ese instante y meterlos en un libro, sería el cuento perfecto. El que cualquier niño desearía leer, porque los protagonistas serían niños auténticos que juegan a lo que los niños de verdad juegan, no a lo que inventamos los adultos. Pero solo había una cosa que no me gustaba:
- Me encantaría hacerlo, pero yo no querría encerrar al niño en un libro, sin que pudiera salir. Sin que pudiera vivir su vida de verdad.
- Conozco a una bruja que lo hizo. El niño gritaba y gritaba y quería salir, pero ella pronunció un conjuro y se quedó allí dentro, para siempre.
-¿Y donde está ese niño ahora?
- Sigue dentro de ese libro, claro. Tiene ciento noventa y cinco años pero continúa siendo un niño. Sin embargo la bruja que lo encerró se murió. Y ya nadie puede romper ese conjuro.
- ¿No hay ninguna manera de liberar a ese niño? ¿Ni siquiera leyendo el libro?
- El que lee el libro vive su historia, pero para sacarlo hace falta magia. Necesita que alguien le cree una historia nueva. Por eso he venido a pedirte ayuda.
- ¿Quieres decir que si yo escribiera un libro donde él saliera del cuento a la realidad y se hiciera un hombre, conseguiría sacarlo de su libro?
- Yo creo que eso es lo que está esperando.
- Pero si le creo una historia, volveré a encerrarlo en otro libro.
- Solo necesita el principio de una historia que le permita salir de allí. Después debes dejarlo solo, para que viva su propia vida.
- ¿Y dónde está ese libro? Primero tendré que leerlo.
- En la biblioteca de la ciudad lo encontrarás. Solo hay un ejemplar de ese libro, se titula "Un niño de verdad".
Me comprometí a leer ese libro y a echarle una mano a su protagonista para salir de él. Tengo ese libro ahora en mis manos. Ya solo me queda imaginar como será la vida de un niño que se ha pasado más de ciento noventa años entre las páginas de un libro, jugando y pasando aventuras y que de repente aterriza en nuestro mundo. Solo tengo que darle un empujoncito para que entre en un orfanato, le busquen unos padres adoptivos, vaya al colegio, allí conocerá a otros niños, unos buenos con los que pasará sus mejores ratos y otros odiosos que le harán sufrir, y también tendrá que hacer deberes y podrá leer, jugar al fútbol (aunque no le guste el fútbol), y crecerá y amará y odiará y trabajará… ¿Llegará un momento en que ese niño sienta nostalgia y quiera volver a su libro y no desee volver a salir de él? Quizás, pero para entonces el niño ya no será un niño y su libro sólo existirá en su recuerdo. Jamás podrá volver a ser "Un niño de verdad".
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