Habíamos llegado al mar de nubes, se extendía ante nosotros infinito y deslumbrante. A nuestras espaldas oíamos los cascos de los caballos de nuestro enemigo, no había escapatoria. La única esperanza se encontraba frente a nosotros, en esa brumosa luminosidad a la que no nos atrevíamos a saltar. Cerré los ojos y pedí un deseo. Un deseo imposible, etéreo y al mismo tiempo denso como la niebla, un deseo al que poder aferrarme, aunque sea imposible agarrarse a una nube.
Los gritos de Alba me hicieron abrir los ojos:
- ¡Un barco! ¡Un barco!
Yo también lo veía, una goleta antigua con las velas desplegadas, su silueta negra surcando el mar de nubes.
- ¡Y viene hacia nosotros! – exclamé.
Atracó frente a nosotros y nos echaron una escala con la que nos izaron a la nave. Pronto se alejó del acantilado. Allí quedaron burlados los caballeros de Margot, maldiciendo nuestra buena suerte.
- ¡Un barco! ¡Un barco!
Yo también lo veía, una goleta antigua con las velas desplegadas, su silueta negra surcando el mar de nubes.
- ¡Y viene hacia nosotros! – exclamé.
Atracó frente a nosotros y nos echaron una escala con la que nos izaron a la nave. Pronto se alejó del acantilado. Allí quedaron burlados los caballeros de Margot, maldiciendo nuestra buena suerte.
1 comentario:
Resulta un poco desconcertante que una bruja buena y digo buena porque hace que un montón de niños y niñas lean y con la lectura se metan en situación, ¿cómo así tener enemigos que te persiguen a caballo? Los enemigos son realmente desconcertantes.
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