Jugar al fútbol con una pelota invisible.
Gritar ¡gooool!, cuando te apetece, y que el portero diga que ha sido poste.
Después, jugar a baloncesto con la misma pelota.
Botar el balón, saltar y tirar a la canasta.
- ¡He encestado!
La canasta es el interior de las ruedas de tractor pintadas de colores.
Andrés coge la pelota y la bota. Me la pasa. La llevo botando.
- ¡Te la he quitado! – grita María y salta y encesta.
Correr tras la pelota invisible.
Botar la pelota invisible.
Pitar falta personal porque el contrario te agarra de la manga.
Saltar, estirarse y encestar la pelota invisible.
Hacer un tapón bajo la canasta para que el contrario no enceste.
Reírse cuando uno no mete ese tiro tan fácil.
Con una pelota invisible puedes hacer de una tarde de primavera un momento inolvidable.
Y por último, unas gotas de lluvia refrescantes al volver a casa.
La primera me ha caído en la nariz.
El resto refrescan mi rostro y mi cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario