Fotografía: Poesía visual, de Merce Bravo
Saliste del ascensor tras
recoger las basuras del edificio, cerraste rutinariamente las puertas de madera
y después la enrejada negra, y cuando te diste la vuelta y ya estabas abriendo
la puerta de tu casa, oíste el estruendo. Corriste a asomarte al hueco para
descubrir entre los rombos de la reja, ahí al fondo, los restos plegados del
que podría haber sido tu ataúd. Y te preguntaste cómo sería morir en una caja
de madera —nueve pisos de caída libre—, y sin dejar de mirar tragaste saliva y
apretaste los rombos metálicos para sentir su presión en los dedos y confirmar
de ese modo que estabas vivo por los pelos, o por azar, o por ese ángel de la
guarda al que tu madre te había enseñado a rezar. Supiste en ese instante que
tu vida pendía de un hilo que en cualquier momento podía romperse y que aquella
noche, a tus 63 años, un veintiocho de marzo de 1974, acababas de nacer de nuevo
para morir quién sabía cuándo.
2 comentarios:
Un texto muy bello y evocador. Y la imagen es fantástica. Me ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
Un abrazo.
Gracias por tu comentario, Rocío. Me alegra verlo, hace mucho que este blog no recibe comentarios, tampoco lo actualizo muy a menudo, la verdad, pero echo de menos los tiempos blogueros, cuando saltábamos de blog en blog a visitar a los amigos. La imagen es una fotografía de una exposición de Poesía visual muy interesante. Pasaré por tu blog. Por aquí estás inivtada a venir cuando quieras, siempre tendrás una taza de chocolate mágico y un cuento para leer.
Besos de chocolate!
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