8 de septiembre, 2013
Llegué a Colliure un día de
lluvia, empapado de nostalgia. Un par de nadadores rompían la lisura gris de la
bahía, al encuentro de las boyas amarillas. Pero aquel pueblecillo en el que hasta las abuelas eran de colores, con su
poderosa fortaleza, las barquitas de pesca dormidas, se obstinaba en alegrar mi corazón. Un rayo de sol se
encargó de dorar la bahía y arrancar nuevos colores a la sinfonía que vibraba a
mi alrededor. Cerré el paraguas y me perdí en sus callejuelas.
Un hombre trajeado salió a mi
encuentro, se descubrió el sombrero y me invitó a tomar un papel de su
interior. Desplegué el papel y comencé a leer:
Caminante no hay camino,
sino estelas en la mar
Cuando alcé los ojos, vi al poeta
caminando sobre la mar, ligero, ligero de equipaje.
* * *
Un recuerdo nostágico de nuestro septiembre en Colliure... Fiuuuu... ya han pasado más de cuatro meses... Y qué bonito es.
4 comentarios:
Buen homenaje y buena entrada. El final es lo más hermoso de todo.
Saludos
Espléndido, como todo lo que escribes. Felicidades.
¡Quién pudiera, desde la nostalgia, revivir sus recuerdos de una forma tan bella, como lo haces tú!
Gracias Nel, estando en Colliure, es inevitable recordar los poemas del poeta.
Nicoleta, Gracias, todo, todo... no...
Javier, vestir la nostalgia de belleza para recordarla con cariño.
Besos de chocolate a los tres
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