Mis amigas se han enganchado a
las barritas para adelgazar. Todo empezó con Marta y su “operación bikinini”,
después se unieron Elena y Paula con la esperanza de soltar esos kilillos de
más. El verano ha pasado, Elena luce un cuerpo y unas piernas que apenas se
vislumbran si se pone de perfil, pero sigo siendo la única que, a la hora del
almuerzo, come comida de verdad; ellas comentan encantadas lo deliciosas que
están las barritas untadas en un vaso de agua. Ahora han decidido también dejar
de fumar y sustituyen el cigarrillo rubio por caladas robadas con ansiedad a
una boquilla eléctrica.
Elena está cada día más etérea,
más transparente. El otro día me pareció cruzarme con ella en el pasillo del
trabajo, oí su voz y vi una estela de vapor que perseguía el sonido de sus
pisadas, pero no había rastro material de ella.
“Mi vida se ha vuelto virtual”,
escribe mi amiga Elena en su Facebook. En vez de foto tiene un lacito rosa, ha
fundado un club que se llama barritas.com y cuenta sus viajes astrales gracias
al vapeado en un foro de aspirantes a exfumadores.
La echo de menos, ya casi no
recuerdo su rostro. He probado una barrita con ánimo de recuperarla y aunque el
chocolate sabe tan dulce como ella, me es imposible rescatar su sonrisa, sentir
sus abrazos.
2 comentarios:
Con lo buenas que están las galletas María, sentaditos en un banco del parque, je je.
Ni se te ocurra desaparecer a ti también.
Abrazos.
Tranquilo, que no desaparezco, aunque me cueste un poco contestaros, yo eso de las barritas no... Prefiero las galletas con chocolate de verdad.
Besos
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