Tu espíritu permanece adherido a
las paredes de mi casa, las huellas transparentes de tus pies acarician las
baldosas y las lágrimas de tu despedida motean todavía los cristales de la
ventana.
Tu ausencia me persigue con pasos
silenciosos, su eco resuena en un pozo profundo y seco. Te busco detrás de las
puertas, en los rincones polvorientos. Por las noches el suplicio es todavía
más intenso: respiro el vacío que has dejado en el sofá y me ahogo en ese hueco
de mi cama imposible de llenar. Al abrir el frasco de colonia que olvidaste,
aspiro el perfume, huérfano del aroma de tu piel. Busco entre las sábanas el
sabor de tus besos y la única compañía que encuentro es la de la luna insomne
en la ventana. Sé que ella, dentro de siete días, también se irá. Es la única
certeza de mi vida. La duda es si tú regresarás con ella.
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