Don Quijote en Granada (de mi álbum de fotos) |
Don Alonso
arriba a la oficina, despeluchando su triste figura. Su secretaria, Claudia,
observa el traje raído y demasiado pegado a sus huesos, debería comprarse uno
nuevo, piensa, aún es joven y luciría como un galán, aunque ella sabe que si se
priva de esos lujos es para poder pagarles a ella y a Sánchez el sueldo a fin
de mes. Lo ve sentarse en la mesa con la mirada perdida en las nubes de la
ventana. La camarera del bar de la esquina le ha servido como siempre el café,
hoy se ha atrevido a mirarla de reojo, y, embelesado, le sonríe a su recuerdo. Aún
conserva el sabor del café, aunque preferiría retener el de sus labios. Dulce,
muchacha de miel y azahar…
La secretaria
le pasa algunos documentos para firmar. Pero las letras de los informes se
revuelven y se reordenan en un único y obsesivo nombre: Dulce. De repente sale
de su ensueño, al percatarse de una inquietante ausencia.
—Claudia
—pregunta bruscamente a la joven—, ¿y Sánchez?
—Bajó al café.
—¡Maldito
Sánchez! —pero enseguida se disculpa: —Perdone, Claudia, no quería…
Se asoma a la
ventana y ve en la calle a Sánchez, subiéndose el cuello de la chupa de cuero.
Claudia sabe
que necesita un buen empujón:
—En vez de
tanto libro de caballeros, dragones y fantasía, debería leer alguna novelita
rosa, de esas que le regala a su tía. Aprendería en ellas a regalarle unas
flores, y a pedirle una cita...
—¿Pedirle una
cita? ¿A quién?
—Vamos, no
disimule, que he visto como mira a Dulce…
—Pero si no
soy digno de ella...
—Reaccione,
don Alonso. Mire que Sánchez la invitará a pasear en la vespa, le enseñará el
atardecer desde la Rosaleda y se la llevará al huerto. Si lo sabré yo....
—¡Por favor,
que mi Dulce es una dama...!
—Una dama,
sí... ¡Pero no de piedra! Sánchez se las camela a todas. Pero no cabe duda de
que usted, don Alonso, con su seiscientos, es mucho mejor partido; además tiene
unos estudios, no como él… Si le lee unos versos de Neruda, la conquista seguro.
Y si la tuteara...
—¿Tutearla?
Eso sería una falta de respeto a mi señora...
—¡¡¡Que falta
de respeto ni que ocho cuartos!!! La moza tiene que estar ofendida, debe pensar
que usted cree que tiene cuarenta y muchos en vez de treinta y pocos...
—Es como si la
tuteara a usted, Claudia, no sería correcto.
—Pero si llevo
ya dos años trabajando con usted, ¿no cree que podríamos tomarnos alguna
pequeña confianza?
Don Alonso ya
no la escucha, se vuelve a la ventana, coge el abrecartas y arremete contra las
nubes; las pincha: ¡a la cargaaaaa…! La moto de Sánchez pedorretea hacia el
bar. Dulce pasa la bayeta por la barra, cansada; enseguida termina su turno, se
ha dejado el paraguas y está empezando a llover.
* * *
Mi participación en esta noche te cuento, con el tema Caballeros-Don Quijote podéis verla aquí. Allí podéis leer una versión más corta, de 200 palabras, la verdad es que me supieron a poco esas 200 palabras para armar bien al personaje.
3 comentarios:
Me gusta mucho más esta versión extendida. Hasta ahora no lo hacía pero me pasa lo que a ti. Creo que conservaré la extensión adecuada.
Has descrito muy bien los personajes y sus caracteres.
Ximens, es el problema de los concursos, con sus limitaciones. A cada relato le corresponde su extensión y a veces las bases no nos cuadran con el contenido. Unos relatos bastan con diez palabras, para otros necesitamos más de diez mil..
Abrazos y hasta pronto en Madrid.
Buena y modernizada relectura de la novela española por antonomasia. Falta le hace porque a veces le sale un edor alcanforado
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