Ilustración de Elena Rovira Menaya |
Un muchacho se mira en el espejo,
se topa con sus ojos que le devuelven su propia mirada, luego encuentra su
nariz, demasiado grande, desproporcionada, mejor no se detiene en ella;
desciende hasta su boca de labios finos, que nunca sabe qué decir, y sin
demorarse, retorna a sus ojos, entre marrones y verdosos, son lo que más le
gusta de su cara; observa su intensa atención y esa inocencia de la que sus
amigos se burlan, a través de ellos desciende al pozo infinito de sí mismo:
tropieza con la infancia que quiere arrinconar pero sin abandonar sus juegos, encuentra
sus ansias de conocer el mundo, de andar solo, pero también el miedo; halla
también el anhelo de verse reflejado en otros ojos que le miren, que le
admiren, que le deseen, y, sin llegar al fondo de ese abismo, ni recrearse en
las íntimas soledades, se despoja de su interior y se impulsa para tornar a la
superficie; su mirada vuela ligera hacia su pelo oscuro, revuelto tras el sueño
nocturno y decide no peinarse, incluso pasa sus dedos entre los mechones y lo
revuelve un poco más, lo que le confiere un aspecto de pilluelo, ante el que
sonríe de oreja a oreja. En ese momento desea ser pelirrojo, sí, pelirrojo,
solo eso, no desea tener los ojos azules o la nariz más chica o los labios
sensuales, ni tener una atractiva mandíbula angulosa como un actor de moda. El
pelo naranja, susurra sin mover los labios, toda su rebeldía se concentra en
ese deseo y cuando entorna los ojos, el espejo le devuelve su imagen pelirroja,
en un rapto onírico. El chico sale de casa hacia el instituto; está contento,
recuerda su rostro luminoso en el espejo, el sol del amanecer bosteza entre los
edificios y le peina los cabellos con sus rayos tímidos, primaverales. Y cuando
se encuentra en la esquina de siempre a sus compañeros de clase, todos se le
quedan mirando y uno de ellos exclama:
—¡Juanjo, tío, te has teñido el
pelo!
Y los otros chicos suspiran de envidia contemplando a su amigo pelirrojo.
Y los otros chicos suspiran de envidia contemplando a su amigo pelirrojo.
4 comentarios:
Hola, con un poco más de retraso del que hubiese preferido, te informo que la publicación que recopila todos los trabajos que participaron en la I Carrera Verde ya está lista. La encontrarás en Microrrelatos al por mayor y espero que te guste.
Muchas gracias por participar, Luisa.
¿En qué mercadillo dices que venden esos espejos?
Un abrazo
Ay, la adolescencia, qué muralla más alta. Yo recuerdo que al llegar al otro lado, no había cuerda ni escaleras, menudo trastazo!
Luisa, gracias por la sorpresa!
Amando, a mí para esto cualquier espejo me sirve... Si no, creo que deberías preguntarle a la madrastra de Blancanieves.
Miguel Angel, cierto, no sé que es más duro si la subida o el vértigo cuando estás arriba...
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