Había una vez una flor que rugía a las mariposas. De su corola caían los pétalos anaranjados como una larga melena de terciopelo, los pistilos largos eran afilados colmillos. De su tallo salían cuatro hojas, emparejadas dos a dos, que terminaban en afiladas espinas, esas eran sus garras. Se trataba de una flor-león, lo único que la diferenciaba de un león de verdad era que no podía moverse del sitio. Por eso las mariposas-cebras y las moscas-gacelas revoloteaban a su alrededor sin miedo, a pesar de los rugidos. Solo tenían que tener cuidado cuando soplaba el viento, pues impulsada por una ráfaga podía alcanzarles con algún zarpazo.
2 comentarios:
Hola Puri, muy bonito este minicuento. Me encantan las figuras tan imaginativas que creas: las mariposas-cebras y moscas-gacelas. Abrazotesss!
pobre flor leon, solo hay una cosa más grande que el amor a la libertad, el odio a quein te la quita;)
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