lunes, 13 de octubre de 2008

Parque de las marionetas / Fiestas del Pilar

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Esta mañana he estado con mis hijos Pedro y Elena en el parque de las Marionetas, en el parque grande de Zaragoza. Había llovido, pero no queríamos perdernos los títeres. Me encantan las marionetas. Al entrar nos ha recibido el clásico teatro de autómatas, de principios de siglo, con sus negritos tocando.

Alrededor del kiosco de la música nos esperaban las barracas con los diverssos espectáculos de títeres. En el escenario abierto estaba el teatro Arbolé que representaba la obra de los tres cerditos. Las sillas del público estaban todas mojadas por la lluvia, pero como todo el mundo sabe, a mal tiempo buena cara, por eso los cerditos cantaban alegremente:


Somos los tres cerditos
de aquel cuento popular…




Los cerditos mediano y pequeño llamaban perro al lobo y éste se enfadaba mucho, porque él era un señor lobo…
Pero el lobo soplaba y soplaba y la casa de ladrillo… ¡no se derribaba! Afuu... Afuuu... Afuuuuu... soplaba el lobo. Pero ni fu ni fa, la casa permanecía en pie...


Como el año pasado vimos los Títeres de la Tía Elena, hemos decidido entrar en la Carpa Bagdad, donde Victor Antonov, de Rusia, presentaba sus encantadores títeres de hilos.




Justo empezaba a llover – ¿habrá sido por los cerditos que desafinaban? - cuando era la hora que empezaba el espectáculo, así que nos hemos asomado por la cortina de entrada de la carpa para que nos dejaran entrar y no nos mojáramos…


Ha inaugurado la sesión un impresionante trueno que ha caído encima mismo de la carpa. Un trueno de verdad, no de teatro.


¡¡¡BRROUUUUMMM!!!



Llovía, llovía mucho, se oía repiquetear fuertemente los goterones como oleadas sobre la carpa. Afortunadamente no había goteras, por lo que el espectáculo se representaba sin problemas.


El primer títere era muy simpático, llevaba un pajarito posado en la nariz y bailaba con mucha gracia.





El hombre forzudo levantaba las pesas pesadas y bailaba con ellas.


Después ha salido a escena un misterioso mago que se cubría el rostro con su negra capa. Tenía una regadera mágica…





Y al final, ¡ta-ta-ta-chín, tachín…!


Hemos tenido también artistas de circo que hacían impresionantes juegos malabares y hasta una trapecista que barría la escena de un lado a otro con el trapecio.



Tan entretenidos estábamos con los numeritos de las marionetas que a pesar de que oíamos el agua cayendo sobre la carpa, que casi daba miedo, no nos hemos dado cuenta de que… ¡teníamos los pies chapoteando! En realidad, más bien estaban buceando en un enorme charco que cubría toda la zona de las sillas.



¡Fin del espectáculo! Pies mojados, pero cabeza caliente y contenta. Un buen trabajo el de Victor Antonov, desde luego.


El público del parque de las marionetas se ha disuelto instantáneamente en el agua de lluvia, vamos, que ni el cola-cao ese super-rápido...


Así ha quedado el parque después del aguacero:





¡Corriendo a casa a comer, antes de chipiarnos más!

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