jueves, 7 de junio de 2012

Bajo la luna


Ilustración de Staptra



La luna le había hecho abrir la ventana. Por las noches se sentía así, inquieto en su soledad, y solo la visión de las estrellas podía consolarle. Nunca podría olvidar el amado bosque del cual procedía y aunque la rutina de los días trabajando los campos y cuidando los animales imponía un ritmo agotador, siempre había un momento antes de acostarse en que el bosque ocupaba por completo su pensamiento, su cerebro se impregnaba de la umbría, del olor a humedad, del frescor de la vegetación, de la espesura de los helechos, de las diminutas setas, del suelo blando, almohadillado por las hojas, del canto de los pájaros o de ese silencio que a veces aquietaba hasta las hojas de los árboles. Era entonces cuando más necesitaba la luna y abría la ventana y se dejaba bañar por su luz, porque sabía que esa misma luna estaría acompañando a sus hermanos elfos en aquel instante y a través de ella sentía al cerrar los ojos su presencia. Aparecía el viejo Martor y su hija Feilan y la pequeña Aira que encorría a los conejos hasta su madriguera. Hasta oía su risa y él también reía aunque una lágrima se escapara de sus ojos verdes.
La vieja que lo alojaba en su casa lo encontró así, con los ojos cerrados.
—Estás helado —le dijo—. Cierra la ventana y siéntate a la mesa, te prepararé un caldo caliente.
—No me importa el frío —balbuceó dejándose llevar por la mano huesuda de la anciana—. No cierre los ventanos, déjeme ver la luna —suplicó.
Y ella sintió lástima y a pesar de que el frío del invierno invadía la casa, dejó que la luna conquistase un rato más su corazón, mientras tomaba su caldo caliente.
Sabía que no podía escapar, que si trataba de volver al bosque, ellos lo seguirían y encontrarían su mundo secreto. Por eso no huía.
—Pronto volverás con los tuyos —le dijo la anciana, poniéndole la mano sobre su brazo—. Ahora no es posible, pero la primavera, te ayudará.  
—No podré volver nunca, eso es lo que ellos quieren, que regrese para que les lleve hasta mis hermanos.
—La primavera los engañará. Llegará el buen tiempo y saldrán confiados a disfrutar del sol. Pero de repente cambiará: un viento helado los sorprenderá a todos y la nieve caerá sobre ellos; como los almendros que pierden sus flores con las heladas, los hombres que te vigilan se convertirán en estatuas de hielo y tú, con tus pieles de oso, podrás hacer frente al frío y a la nieve y escaparás por ese agujero que la primavera abrirá solo para ti.
—¿Un agujero, sólo para mí? ¿Y usted cómo sabe todo eso, es una bruja?
—No, pero soy vieja y puedo ver en tus ojos el calor del invierno y el frío de la primavera.


* * * * *

Un cuento para un dibujo de mi hija Elena.

7 comentarios:

F dijo...

¡Oyes! ¡Qué bien dibuja tu hija! ¿Está yendo a las conferencias de cómic de mi empresa?

El texto, como todos los tuyos, perfecto

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Coincido con Depropio en su valoración del dibujo de Doña Elena. No sé que edad tiene, pero el dibujo es estupendo.

No menos genial es la historia, Puri; sobre todo en su cierre. "El calor del invierno y el frío de la primavera" me parecen figuras tremendamente evocadoras.

Un saludo,

Arte Pun dijo...

Hacéis una pareja perfecta. Gracias por el paseo -sentido- por el bosque. Felicidades.

Besos.

Javier dijo...

Muy bien por las dos. Te ha quedado un relato muy poético para una muy bonita ilustración. Un beso para las dos.

puri.menaya dijo...

Hola Depropio, me alegra oírte por aquí. No se perdió ni una de las conferencias... Y ahora ya sabes, es "nuestra" empresa también. Del texto no estaba yo muy convencida... Y ya sabes, la perfección no existe.

Pedro, Elena tiene 16 años. Al curso que viene hará el bachillerato de artes.

José Luis, gracias. Ya me iría yo con ese elfo por el agujero de la primavera...

Gracias Javier. Me gustó el dibujo y le dije que lo coloreara para hacerle una historia, y luego no sabía qué escribir... El elfo parecía muy melancólico.

Elysa dijo...

Me encanta el dibujo, es inspirador, Puri. La historia que le has regalado es preciosa.

Besitos

Javier Ximens dijo...

Humm, un rico cuento de los de siempre, para los niños que llevamos dentro. Vaya pareja, madre e hija inventando cuentos ilustrados. Me has hecho chico por un rato.