lunes, 15 de marzo de 2010

Tiempo de relojes


Estoy en el rastro de antigüedades. Monedas, sellos, colecciones de cromos, quinqués… Mi vista se posa en una caja repleta de relojes antiguos, de bolsillo, en cada compartimento un reloj, en cada reloj, una hora distinta, el fondo blanco, los números cada uno a su estilo, son diferentes e individuales, pero todos ellos tienen el mismo significado: estos relojes me transportan al pasado de los hombres que consultaban su reloj tirando de una cadena desde el bolsillo de su chaqueta o del pantalón. Son relojes del pasado, pero están aquí, en el presente y si alguien los compra creará su futuro y si no los compran, su futuro será continuar expuestos en esa caja. Relojes, señores del tiempo, que lo hacen correr con sus manecillas. Ahora están quietos, parados en una hora incierta, pero el tiempo sigue pasando por ellos vertiginoso, girando en sus esferas y arrastrando nuestras vidas, escapándose de nuestras manos más rápidamente de lo que desearíamos.

sábado, 30 de enero de 2010

Encuentro en Villafranca de Ebro




El lunes 25 de enero estuve con los chicos del colegio de Villafranca de Ebro, en un encuentro de animación a la lectura. Me recibieron en el colegio, en la sala de profesores, estaban todos allí esperándome con muchas ganas de conocerme y de hablar conmigo.

El encuentro lo organizó Marisa Carreras, la bibliotecaria de Villafranca, que les había regalado a los chicos de 3º a 6º de primaria mi libro "La bruja de chocolate" para Navidad y habían aprovechado las vacaciones para leerlo y también lo habían leído en clase con sus profesores Alfonso y Raúl.

Nos trasladamos a la biblioteca de Villafranca de Ebro, para estar sumergidos en un ambiente de libros, los propios chicos me contaron que les gusta ir a la biblioteca, algunos me dijeron que iban casi todos los días…



Allí, rodeados de libros, estuvimos hablando de cómo surgió la bruja de chocolate y enseguida se entabló un animado diálogo entre los chicos y yo, me hicieron montones de preguntas, sobre cómo se hacen los libros, sobre los extraños nombres de las brujas, sobre si es fácil escribir (cuesta esfuerzo desde luego, pero cuando te gusta…). :D

Me dieron también sugerencias para que escribiera nuevos libros de la bruja: la bruja de vacaciones, en la playa, por supuesto, con un bañador negro y sus gafas de sol y ¿un sombrero de punta?, eso parecía que no pegaba mucho en la playa, pero tratándose de una bruja… Otra idea fue La bruja en España y muchas más…


Como todas las brujas del cuento llevan un alias (Pimpinela, Bruja de chocolate; Carlina Malas hierbas; Hermenegilda Rayos tormentosos, Runilda Escoba inquieta…) uno de los chicos me preguntó que como me llamaría yo misma si apareciera en el cuento. ¡Vaya una pregunta difícil!, les dije. El mismo chico, al cabo del rato, inventó un nombre para mí, jugando con mi nombre igual que hablan las brujas en el cuento: ellas no pueden decir la palabra bueno, porque les da repelús, por eso todo lo dicen al revés (lo bueno es malo, lo bonito es feo, el amor es odio, el amigo, enemigo…) así que yo acabé siendo Impura Mina oscura (lo cual es una magnífica alteración de Purificación Menaya, ¿no os parece?).

En fin que participaron un montón y se nos pasó el rato sin darnos cuenta.

Les presenté el libro de Dragón busca princesa y también el de Monstruo, vas a comerme. Algunos de ellos ya los habían leído y también el de La bruja enamodiada, así que puedo decir que tengo a unos magníficos seguidores de mis obras.

Después Alfonso estuvo enseñándome el colegio y su clase (los chicos no querían que me fuera sin ver su colegio) y hablamos sobre su baúl de libros, de donde los chicos van eligiendo sus cuentos, además de otros libros que tienen en las estanterías de la clase.

También conocí a Carolina, la directora del centro, que amablemente me trajo a casa y con la que también estuvimos hablando de poder hacer un encuentro en el colegio de su hijo en Zaragoza.

Las fotos de este reportaje las realizó mi marido, Pedro Rovira, que me acompañó de chófer (he extraviado mi carné de conducir…) y de fotógrafo, aunque no pudo quedarse durante todo el encuentro, que el pobre tenía que comer…

Ahora solo deseo que este encuentro sirva para que los chicos disfruten todavía más de los libros, habiendo conocido cómo es el trabajo de un escritor y eso les anime a seguir leyendo muchos más libros e incluso a escribir ellos mismos sus propias historias.

Muchas gracias a todos: Marisa, Alfonso, Raúl, Carolina y a todos los chicos de Villafranca de Ebro porque salí de allí con las pilas recargadas, para mí es muy importante tener contacto con mis lectores y poder compartir con ellos mi gusto por la lectura y más cuando te reciben con tanto cariño y tantas ganas de estar contigo.

domingo, 3 de enero de 2010

No perdamos los Sueños

Hoy hemos ido a ver un espectáculo de teatro infantil del grupo Pingaliraina, "Simoon en la luna". Simoon nos cuenta la historia de su tío Cosme, que antes de morir le encargó que contara todo lo que él sabía sobre la luna y en especial, su historia: el tío Cosme fue el primer hombre que llegó a la luna, el primer "cosmenauta".

Ha sido una lástima que haya fallado el sonido, al primer actor se le oía perfectamente, pero al segundo (músico y actor), había que escucharle con mucha atención y al final de la obra apenas se le oía, lo que ha provoccado que se dispersara la atención del público. Aunque otros espectáculos de este grupo me han gustado más, pues me han parecido más divertidos y con más participación del público, tengo que alabar que nos han lanzado un mensaje que no deberíamos olvidar:

"Cuando se cumple un sueño,
otro lo reemplaza"
Simoon es un personaje entrañable que recuerda con cariño el sueño de su tío Cosme, y él mismo tiene muchos sueños que alcanzar.

Que no perdamos los sueños en este año 2010, pues necesitamos sueños para seguir viviendo.

viernes, 1 de enero de 2010

¡Feliz año nuevo 2010!

El dibujo es de mi hijo Pedro

Este año nuevo despertamos con un sol que nos trajo la esperanza, pero después llegaron las nubes y ocultaron el sol y el viento se oía soplar en nuestras ventanas… Entre sol y nubes pasaremos este día de año nuevo y los que vendrán.


Por ello mi deseo para este año 2010 es que esté lleno de soles y alegrías,
pero que cuando las nubes nos invadan con su manto de tristeza,
saquemos nuestras fuerzas para luchar contra ellas
y consigamos hacer salir el sol de nuevo en nuestro corazón.

Haiku de año nuevo




Cada año nuevo
estrena un cuaderno
para tus sueños.

* * * *

¡Feliz año 2011 a todos!


domingo, 27 de diciembre de 2009

El gigante de barro



Había llovido mucho y el bosque estaba lleno de barro. El bosque estaba tan lleno de barro, que el pequeño Adrián resbalaba por el estrecho sendero entre los árboles. A Adrián le encantaba chapotear en el barro y al barro le encantaba pegarse a los zapatos de Adrián. Tanto le gustaba pegarse a sus zapatos, que éstos fueron cogiendo una capa de barro tras otra, y otra capa más y otra más, y así fue como a cada paso aumentó el espesor del barro bajo sus zapatos y el pequeño Adrián fue creciendo: primero se elevó como si llevara zapatos de plataforma, después como si llevara zancos, luego los zancos se estiraron hasta que su cabeza se alzó por encima de las copas de los árboles. Podía ver el río, podía ver incluso la ciudad desparramada en el horizonte. Se había convertido en el escurridizo gigante de largas piernas de barro que caminaba por el sendero espantando a los paseantes del domingo. Por primera vez en su vida el pequeño Adrián se sintió grande y poderoso, pero también solo e inseguro. Solo, porque todos al ver su enorme tamaño se alejaban asustados; inseguro, porque aquellas piernas de barro, blando y traicionero, podían desmoronarse en cualquier momento y temía el batacazo que le esperaba desde aquella enorme altura. Así que, haciendo equilibrios para no caer, echó un último vistazo al mundo desde sus zancos de barro. Sí, era muy hermoso tener el mundo a sus pies, pero ya no podía aguantar más, así que se aferró a la rama del árbol más cercano. Limpió sus zapatos despegando aquel barro pringoso con una rama tronchada y cuando se deshizo de sus falsas piernas de gigante, el pequeño Adrián pidió ayuda para bajar, como un gatito asustado y travieso.

jueves, 17 de diciembre de 2009

El baúl de mi tía Tere


He dado un paseo esta mañana por la feria de la almoneda, me gusta ver antigüedades. Candelabros de cobre, farolillos, plumines, monedas con verdín, percheros modernistas. En un rincón he encontrado un enorme baúl de viaje, de tela cruda ya tirando a amarillenta con rayas marrón oscuro. Se parece a un baúl de mi infancia que estaba en casa de mis abuelos, en la habitación de mi tía Tere y que yo siempre me preguntaba qué secretos contendría. Nada, ropa vieja, decía mi tía y me largaba una muñeca para que jugara y me olvidara de aquel baúl enigmático, siempre con ropa para planchar sobre él o por el contrario, ropa recién planchada y bien plegada, pero todavía sin recoger, un baúl al que no me podía acercar porque si no, iba a desordenar todo lo que había encima de él o a mancharlo con mis manitas llenas de la grasa del bocadillo de chorizo de Pamplona que mi abuelo me había preparado para merendar. Hoy he pasado mi mano sobre él, sin rastros de chorizo, unas manos adultas que buscan recuerdos perdidos, le he pedido al vendedor si podía abrirlo para ver su interior y él ha traído la llave y me ha dejado que fuera yo misma quien destapara el secreto del baúl de mi tía. Nada más abrirlo, un puñetazo de bolas de naftalina me ha tirado al suelo, dejándome inconsciente. Y del baúl han salido en una ráfaga de aire cálido la sonrisa de monalisa de mi tía, sus ojos oscuros e inquietos, que leían con avidez los periódicos, sus bisbiseos de rezos, sus besos con ruido – chuick – a una figura de la virgen fosforescente que brillaba en la oscuridad, sus vestidos negros de luto riguroso que contrastaban con sus ganas de jugar siempre con todos los sobrinos, las tardes en su habitación jugando a la casa del terror con la luz apagada en la que ella nos preparaba las trampas más divertidas, o ese tren hecho con sillas una detrás de otra, en el que nosotras éramos las pasajeras y mi primo el maquinista... Cuando he vuelto en sí, me he encontrado al vendedor haciéndome aire con un abanico de principios del siglo pasado y con voz de alivio me decía: "He llamado a los de urgencias, no tardarán, no se levante deprisa". Yo no le he hecho caso, y me he levantado, "No ha sido nada", le he dicho, le he dado las gracias por enseñarme el bául: "Lo siento, no voy comprarlo, pues todo lo que había en su interior ha vuelto a estar dentro de mí".
El vendedor ha mirado el baúl vacío sin entender nada, pues él no sabe que he sido yo quién se ha llevado su contenido y he aprovechado su desconcierto para marcharme arrastrada por la brisa ligera de una dulce melancolía.