Mi madre me decía que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo. Pero yo tenía dos buenas piernas y después de dar un sonoro portazo en la entrada, podía subir las escaleras hasta el desván, descalzo para que nadie me oyera, todos los viernes de guardar. Allí estaba por fin a salvo: entre Mortadelos, Zipi-Zapes, piratas y pipas de girasol, disfrutaba de la libertad de una tarde sin pizarras, sin cuadernos y sin tablas de multiplicar.
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3 comentarios:
Y seguramente la madre lo sabía y sonreía mientras le dejaba guardar el secreto
Saludillos
Es delicioso, me ha traído el recuerdo de algún desván, poblado de mundos mágicos y nadie que pudiera interrumpir.
Besos
Sí, hay madres así Puck, pero otras como se enteren... te ponen el culo morao...
Elysa, yo también adoro esos desvanes mágicos y secretos.
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