Eran tres hermanos. Juntos, inseparables, galopaban todas las noches en las tinieblas del bosque Oscuro. Eran unicornios blancos, su cuerno dorado iluminaba su camino con el brillo del sol de mediodía. Habían nacido al despuntar el alba para convertirse en criaturas de la noche. El mayor tenía ojos de castaña y crines de hojas secas con olor a tierra húmeda. El mediano, con sus ojos verde esmeralda y sus crines de brezo, sembraba la primavera allí por donde pisaban sus cascos en el mes de abril, su aniversario. El menor tenía los ojos tan azules que al mirarlos uno se sentía inundado por el mar. Su madre había muerto al nacer éste, pero la princesa encontró una yegua adoptiva que lo amamantó. Entre la yegua, sus hermanos y la princesa, sacaron adelante a aquel potrillo de ojos y crines azules, que cabrioleaba con sus frágiles patas mordiéndoles la cola a sus hermanos. En sus ojos estaba escrito que él los guiaría hasta sus orígenes.
Cuando creció, su fuerza se igualó a la de sus hermanos. Detrás de ellos, galopaba sin perder el aliento por el bosque. A veces, la princesa cabalgaba sobre él. La princesa supo que estaba preparado una noche en que la luna llena tocó con sus rayos su cuerno dorado y le arrancó destellos de plata y azul cobalto. Partieron esa misma noche. A la cabeza iba ahora el de los ojos azules con la princesa cabalgando sobre su lomo. Los escoltaban en pareja el marrón y el verde. Viajando por las noches, durmiendo por el día, recorrieron páramos fangosos, llanuras desoladas, subieron montañas de afiladas cumbres que querían tocar las estrellas. Por fin llegaron al fin del viaje: el mar se extendía ante sus ojos. Contemplaron unos instantes sus aguas oscuras plateadas por la luna. Los cuatro inclinaron la cabeza a modo de reverencia hacia la luna y se lanzaron al galope dentro de sus aguas. Cuando la espuma de las olas los envolvió, los unicornios se convirtieron en narvales blancos de cuernos dorados. Y al juntar los tres sus cuernos, alzaron sobre el mar a la princesa convertida en sirena.
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Este cuento está escrito para participar en el segundo juego del Vendaval de micros.
2 comentarios:
Qué bonito Puri, con ese toque dulce de leyenda...
Gracias Rocío, los unicornios nos llevan al mundo de la fantasía y de las leyendas.
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