domingo, 30 de noviembre de 2014

Musa y sirena


©Jamila Clarke

Quiero contarte mi historia pero no me atrevo a mirarte a los ojos. Quizá porque tus ojos, tu boca, tu cabello, se parecen demasiado a los del hombre que amé. Aquel hombre me escribía versos, cada hora, cada día, me cubría de versos. Yo los guardaba en una maleta pequeña y cuando casi la llené decidí fugarme con aquel genio literario que me llamaba musa y sirena, que me acariciaba en sus poemas con la misma pasión con la que me amaba en la cama. Solo añadí a la maleta mi neceser y una muda limpia, y con eso dejé mi casa, pues entonces creía que no necesitaba nada más: ¿para qué quería vestidos, ni chaquetas, si sus palabras me arropaban?; ¿para qué quería libros si sus letras eran las más hermosas que jamás había leído? Al principio, nuestro hogar era el jardín del edén, siempre cálido, rebosante de placeres, me alimentaba de caricias y palabras hermosas. Yo le adoraba, le cuidaba, vivía solo para mi amante. Con el tiempo, los versos se espaciaron, las caricias se secaron en sus manos, y una marea de ginebra lo retenía hasta la madrugada en bares de mala muerte, insonorizados contra los cantos de sirena. ¿Y la musa, te preguntarás, qué fue de la musa? Todos los artistas saben que una musa se apaga si no la miran a los ojos. Un día rehice mi maleta, metí mi neceser y sus versos, y me marché de esa casa donde la indiferencia me acosaba en cada rincón. ¿Los versos, dices? Me costó librarme de ellos, una y otra vez los leía, y mis lágrimas corrían la tinta en el papel, pero desgraciadamente, me los sabía de memoria. Por eso los arrojé en el puerto, donde las gaviotas se encargaron de sacarles los ojos, picotearles las tripas y arrancarles mis entrañas envenenadas por su amor.


* * *

Un nuevo relato para el viernes creativo de el bic naranja. Más historias, más relatos sobre esa maleta,  en el bic naranja

2 comentarios:

Arte Pun dijo...

Qué bueno Puri, me encanta ese "Todos los artistas saben que una musa se apaga si no la miran a los ojos". También todo el mundo sabe que uno no puede fiarse de los poetas, con sus dobleces, metáforas, gin-tonics, y métrica libre. Lamentablemente, de las gaviotas tampoco.

Gracias por el relato. Besos

puri.menaya dijo...

Gracias a ti, por pasar por aquí. Eso quiere decir que no podemos fiarnos de ti, ¿verdad, poeta? ;)
besos