Abrió la ventana y encontró la
vida. Encontró la vida en el viento que soplaba sus cabellos, en el olor a
hierba recién cortada, en el vuelo de los pájaros, en el calor del sol sobre
sus párpados. Recordó que aquel invierno había estado muerta. Ahora renacía y
para celebrarlo, envió su sonrisa al mundo a lomos del viento.
lunes, 30 de julio de 2012
viernes, 13 de julio de 2012
Mi cuaderno
Antes viajaba solo y echaba de menos compañía.
Ahora viajo acompañado y echo de menos la soledad.
Busco un rincón donde sentir el vacío, donde encontrarme yo mismo. Ese rincón del que somos dueños y señores sin rendir cuentas a nadie.
Aunque también me encuentro en los otros, vagando en sus espacios, mezclado con sus cuerpos, dejando huella en sus corazones, mis palabras flotando en conversaciones que se lleva el viento y que las redes de la memoria tratan de retener.
Tengo un cuaderno en el que recojo las etapas del viaje, los paisajes, las personas, las anécdotas, los días con sus noches, el sol o la lluvia...
En ese cuaderno siempre me encuentro. Estoy en él y él siempre está conmigo.
Ese es el rincón del que te estaba hablando.
Ahora viajo acompañado y echo de menos la soledad.
Busco un rincón donde sentir el vacío, donde encontrarme yo mismo. Ese rincón del que somos dueños y señores sin rendir cuentas a nadie.
Aunque también me encuentro en los otros, vagando en sus espacios, mezclado con sus cuerpos, dejando huella en sus corazones, mis palabras flotando en conversaciones que se lleva el viento y que las redes de la memoria tratan de retener.
Tengo un cuaderno en el que recojo las etapas del viaje, los paisajes, las personas, las anécdotas, los días con sus noches, el sol o la lluvia...
En ese cuaderno siempre me encuentro. Estoy en él y él siempre está conmigo.
Ese es el rincón del que te estaba hablando.
viernes, 6 de julio de 2012
Preparativos de un viaje
Es un rollo hacer maletas. Hacer una maleta tiene la ilusión
del viaje que vas a realizar. Hacer tres maletas se lleva la ilusión al carajo.
Que si las camisetas que si los pantalones, que si los calcetines que si las
bragas o los calzoncillos que si el neceser con todos los afeites para el
cuerpo y la cara... Siempre te dejas algo, aunque hagas una lista y trates de
seguirla al pie de la letra. Algo indispensable, además. Y sin embargo llevas
un montón de cosas que luego no utilizas. Procuras organizarlo todo. Y luego no
te acuerdas de en qué bolsillo o bolso has puesto aquello.
Buscaba yo bolsas para empacar los zapatos. Siempre que
buscas bolsas pequeñas encuentras bolsas grandes, y viceversa. Primero encontré solo pequeñas. Al fin, encontré una
bolsa llena de más bolsas de plástico en el fondo del armario y exclamé: “En esta
casa no hay más que bolsas y más bolsas”. Mi hijo sentenció con su típica voz
tenebrosa y silabeante: “Síndrome de bólgenes…”.
sábado, 30 de junio de 2012
Otra vez de gira
Pronto se embarcarán en una nueva
gira y sus labios volverán a escupir las canciones del grupo a ritmo de batería
y guitarras eléctricas. Se mira en el espejo y hace las muecas de siempre: saca
la lengua, la pasea por los morros, muestra los dientes… Cuando comenzó a
cantar luchaba contra los granos, ahora su rostro es un saco lleno de arrugas,
pero hace tiempo que ha dejado de pelear contra ellas. Se pregunta si su cuerpo
podrá resistir otra gira más. En realidad siempre ha estado girando y nunca
dejará de girar hasta que se muera. Como una peonza, da la vuelta alrededor del
mundo pero al mismo tiempo gira alrededor de sí mismo. El público los aclama en
todos los rincones, graban discos, videos, películas, y todo eso sin poder
dejar de girar alrededor de uno mismo. Eso es la vida, una peonza, movimiento
de traslación y de rotación. Quizá se acaben en algún momento la traslación,
los gritos de los fans enloquecidos, el mito se convertirá únicamente en mito
recordado y grabado en video. Pero la rotación se mantendrá. Cuando la peonza toque
el suelo, cuando se pare por completo, todo terminará. Y sin embargo, el mundo seguirá
girando con su movimiento de traslación y rotación.
viernes, 29 de junio de 2012
Estatua en el mar
Foto de Pedro Rovira Tolosana |
En la playa, con los
pies encallados en la arena, las olas batiendo sus piernas velludas, el viejo
marinero con bañador de pantalón corto y gorra de capitán miraba en lontananza
hacia el mar infinito. El bastón hundido en la arena, sobre el que descansaban
cómodamente las manos, servía de tercer punto de apoyo para ese cuerpo grueso
cuya barriga prominente se adelantaba sobre las olas. Un dragón tatuado en la
espalda abría la boca en su omoplato derecho, arrojando la cola de escamas por
el brazo musculoso. Más tatuajes floridos en la paletilla izquierda y un caos
de corazones, sirenas y anclas, con ese
tono verdoso que adquieren los tatuajes añosos, se desparramaban por la ancha
espalda tostada por el sol. Resultaba curiosa aquella figura inmóvil entre los turistas
de verano, como una estatua clavada en la arena, un homenaje a los hombres del
mar.
En aquellos ojos
perdidos en el horizonte se adivinaba el temor a la furia desatada de las olas
en las tormentas, el surcar veloz y seguro de un velero a barlovento, la brisa
cálida de los mares del sur o la calma chicha que convierte el mar en una
bandeja de plata lisa y pulida como un espejo. Esos mismos ojos que habían
visto salir y ponerse el sol en todos los océanos del mundo ahora se bañaban en
el azul luminoso y manso del Mediterráneo, impregnándose de la eterna esencia
del mar, de su olor salado y arenoso, con una serenidad exquisita que no se
alteraba ni con los gritos de los niños que jugaban a su lado saltando las
olas, ni con los paseantes playeros que pasaban y traspasaban su persona, unas
veces por delante, otras por detrás, mirándole unos con curiosidad, otros con
respeto.
El peso de los años
se apoyaba en ese bastón, que además lo anclaba en la arena como si el deseo
último de aquel hombre fuera no despegarse de esa orilla donde las olas rompían
mansamente y que cada vez hundían más sus pies en la humedad arenosa que los
abrazaba. El mar a su vez quería hacer suya aquella estatua, incorporar a su
seno la historia de aquel marino, que podía contar tanto cuentos de naufragios
como de hombres que vencen la bravura de las aguas.
Me quedé
contemplando aquella estatua, bajo la inclemencia del sol. Mi espalda adquirió
el tono de los cangrejos, mientras él permanecía impasible y ajeno al bullicio
de agosto, con su espíritu tan lejos de aquella playa como cercano a sus íntimas
travesías surcando los mares. Del mar salían recuerdos que lo vestían con
caracolas escondidas en su barba rizada, con ostras que bordaban de perlas su
gorra azul marino, con sirenas que abrazaban su espalda y calamares gigantes
que lo rodeaban con sus tentáculos. Del hombre salía el deseo de tener al mar
siempre cerca, de no perderlo nunca. Porque si se perdía aquel hombre no se
perdería el mar, pero si se acababa el mar, se acababa el hombre. Por eso no se
movía. Por eso quería ser una estatua. Por eso cuando me fui a comer y volví al
atardecer, allí seguía. Por eso la luna lo bañó con su luz de plata.
Por eso al día
siguiente, ya no estaba allí. El mar lo había engullido, lo había hecho suyo y
hablaba con su gorra de marino, con sus ojos azules y soñadores llenos de
gaviotas, con su barba plateada flotando en la espuma de las olas.
jueves, 28 de junio de 2012
Qué piensa un chaval de trece años de los libros electrónicos.
![]() |
Foto de la red |
"A mí me gustan los libros de verdad. A veces sueño que los
e-books gritan: ¡Quiero ser un libro de verdad!".
* * * * *
Mi hija Elena es una devoradora de libros. Ella prefiere los libros de papel, son más auténticos, se pueden tocar, se pueden oler... Mi hijo Pedro, como véis, también prefiere los libros de verdad...
miércoles, 27 de junio de 2012
Cambio de aire - Vendaval 2012
Cambio de aire
Se asomó a la ventana a fumar el cigarrillo de la tarde. Los chicos no tardarían en volver del entrenamiento, con los deberes a medias, y la cena estaba sin preparar. La rutina se pegaba a la piel de los días y no había manera de quitarle ese olor a rancio, a archivo de funcionario cubierto del polvo de lustros. De repente se levantó el viento, y su primer soplido consumió el cigarrillo en un instante. Mantuvo la torre de ceniza erguida entre los dedos, pero la siguiente ráfaga la derrumbó sin piedad. Alguien se estaba fumando su vida y apenas se estaba enterando. Aplastó la colilla en el cenicero. Pidió por teléfono una pizza cuatro estaciones y brindó con cerveza a la salud de ese enemigo invisible que se ocultaba tras el reloj de cocina. Al menos podía celebrar que aún era capaz de convertir un miércoles en viernes.
* * * * *
Este fue mi soplo para el vendaval de microrrelatos 2012.
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