En Verona, en la supuesta casa de Julieta, las parejas de enamorados dejan su amor pegado en un chicle, con sus nombres escritos para siempre. Chicles y más chicles empapelan (o enchiclan) las paredes llenas de amores pegajosos y corazones pintados...
Más tarde, Julieta aparece en el balcón y Romeo le declara su amor...
Ay, Puri, vas a hacer buenos los candaditos de amor, al menos preferibles a los chicles.
ResponderEliminarPuedes patentar la idea, seguro que todavía nadie ha comercializado los chicles del amor.
Elisa, yo también me he acordado hoy al ver esta foto de los candados... La idea no es mía, de verdad que la entrada de la casa de Julieta está así, llena de chicles pegados. Es que los italianos son así...
ResponderEliminarAy que cochinada, no??
ResponderEliminarYo tambien prefiero los candados... ;)
Lo enamorados que están les impide ver lo marranicos que son.
ResponderEliminarBesos, Puri
Las nuevas generaciones lo ven de otra manera: a mi hija le encantó. Tenía once años cuando estuvimos en Verona y yo creo que fue lo que más le gustó de toda la ciudad... Cierto que lo de los chicles, así de pronto, parece una asquerosidad, pero resulta impactante y muy curioso... ¡Y lleno de color!
ResponderEliminarYo sabía eso de que hay amores que matan; pero veo que también hay amores que ensucian.
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